Sabido es que a los jóvenes no les gusta el formalismo, los cánones y el protocolo. Y sabido es también que la Universidad de Vigo es muy joven, además de pujante y dinámica. Tiene solo 24 años. Pero lo que se tolera a un adolescente resulta inadmisible en una institución, por muy joven que sea. Y más si esa institución tiene en su esencia ser ejemplar, referente en modos y maneras, en huevo y fuero.

Viene esto a cuento por lo poco que se guardaron las formas en algunos aspectos esenciales del acto de toma de posesión de ayer. Que ya no es por reclamar que se desempolve el traje académico para ceremonia tan relevante, que nada tendría de extraño hacerlo. Sino por cómo habló el electo, folios en mano, de pie tras la mesa, sin atril, durante media hora larga. O cómo se envió a "poleiro" a máximos representantes de instituciones civiles, judiciales, militares y religiosas.

Por citar solo dos detalles. Nunca está de más aprender a guardar las formas, por muy "guay" que uno sea. Además, ¿para qué les sirven los estudios de protocolo que imparten?