A falta de alguien que nos explique de verdad el problema ucraniano, llevamos a cabo nuestras propias conjeturas. Los rusos rusos rusos son rusos al modo en que los españoles españoles son españoles. Eso se entiende. El problema es que hay ucranianos que no son ucranianos, no son al menos ucranianos ucranianos. De hecho, hay muchos ucranianos que son rusos rusos. A Aznar le preguntaron un día qué es lo que más apreciaba en una mujer y respondió que fuera "mujer mujer". Entonces nos reímos mucho, pero quién sabe si, a la vista de cómo está la política internacional, su respuesta no contenía un fondo de sabiduría secreta. Bueno, pues parece que los rusos rusos ucranianos quieren ser rusos rusos completos. O sea, que preferirían desprenderse de su costado ucranio, que viene a ser una prótesis nacional con la que se han visto obligados a vivir todos estos años. Las prótesis, como todo el mundo sabe, provocan rozaduras que acaban traduciéndose en un malestar constante. Malestar que agria el carácter.

De otro lado, está Putin que, siendo un ruso ruso de los de antes de la Guerra Fría, prefiere vivir rodeado de compatriotas. Significa que alienta la rebelión de los rusos ucranianos ofreciéndoles caramelos de gas. ¿Qué hacer, se pregunta Obama, ante una situación semejante? Hablar. Obama habla mucho porque no puede hacer otra cosa. No se va a meter ahora en guerra con una Rusia que parece recuperar el ímpetu de los viejos tiempos. Está, por otra parte, la cuestión del gas. Resulta que si Putin cierra el grifo, los aliados europeos de Obama caen como chinches de frío en sus cuartos de estar. Los mata sin disparar un solo tiro.

De modo que por un lado tenemos un conflicto sentimental (el del ucraniano que se siente ruso ruso y dice que hasta aquí hemos llegado). Por otro, un conflicto político: lo que el asunto agrada a Putin y joroba a Occidente. Pero como no hay dos sin tres, está el asunto del gas, cuyo dueño absoluto es Putin. Con buena voluntad, sería relativamente fácil colocar cada pieza en su sitio. Pero ese el cuarto asunto: el de la mala voluntad demostrada por unos y por otros porque ninguno de ellos está bien de la cabeza. Es un análisis simple, pero sirve para andar por casa y entender de paso lo de Cataluña, que no tiene nada que ver, por supuesto. Lo que hace falta es que todo esto sea para bien.