Va aflorando la ideología subyacente al proyecto independentista catalán, que como en todo nacionalismo es expansiva y a la vez regresiva, pues aspira a recomponer un imperio de países catalanes, más mítico que histórico. Puestos a ello, los andaluces podrían contraatacar desescalando hasta el Califato de Córdoba de hace un milenio, arrinconando a los catalanes en el Condado de Barcelona. En ese caso leoneses y asturianos podrían demandar su reino de entonces y los navarros el suyo (todos ellos ganarían), pero alguien podría ir más atrás. Ángela Merkel podría, en esa carrera imparable al futuro pasado, reclamarnos la Tierra de Campos (los "Campos Góticos"), con sus magníficos trigales. Ahí convendría parar, no sea que Roma se llame a toda la Hispania (razones lingüísticas no faltarían), y tuviéramos, en respuesta, que invocar a Viriato, pastor lusitano.