En el año 2009, John Graham-Cumming lanzó en Gran Bretaña una solicitud de firmas para desagraviar la memoria del lógico y matemático Alan Turing (1912-1954) por el "martirio sufrido en vida en tanto homosexual". La campaña consiguió que Gordon Brown, primer ministro, presentase excusas oficiales por "el tratamiento espantoso que el país había infligido al genio nacional que tanto había contribuido a la derrota de los nazis". David Cameron se ha referido a él como "un hombre extraordinario que jugó un papel clave para salvar a este país durante la II Guerra Mundial al romper el código Enigma alemán".

Hace unos días -24/12/2013- la rehabilitación fue completa al haber firmado la Reina una orden de Gracia y Misericordia que le concede el perdón a título póstumo. Es sabido "Allá van leyes do quieran reyes".

Turing jamás ocultó su homosexualidad. En 1952, en Manchester, compró los favores de un joven, Arnold Murray, que le costó el desvalijamiento del piso por el cómplice del susodicho. El asunto acabó en los tribunales. A Turing -miembro eminente de la Royal Society- le permitieron optar entre la prisión o un tratamiento hormonal reversible que calmara su libido circunstancialmente, nada de castración química como a veces se ha dicho. Turing prefirió el tratamiento; quince meses después de haberlo dejado falleció por ingestión de arsénico. Según los proponentes de la versión que sustenta el martirio de Turing, se habría suicidado al comer -cual Blanca Nieves- una manzana impregnada en cianuro. Según la leyenda urbana en vigor, su trágico destino quedaría reflejado simbólicamente, arco iris de la bandera gay incluido, en una manzana mordida que representa el logotipo de los ordenadores Apple II.

Lo cierto es que jamás se probó que la manzana mordisqueada encontrada en el gabinete de Turing estuviese impregnada de veneno. Lo del suicidio oficial, sin prueba alguna, se debe al parte del forense. Existen sospechas acalladas de que hubiese sido envenenado por los servicios secretos británicos temiendo que se pasara a los soviéticos como su amigo John Cairncross. No hubo suicidio en opinión de la madre de Turing ni en la de su médico y amigo ni en la de su entorno ni en opinión de Jack Copeland director del Archivo Turing de Historia de la Computación. Tampoco la manzana mordisqueada de Apple tiene la mínima relación con el improbable suicidio. Se trata, más prosaicamente, de una jugada de marketing. Recuérdese que el primer logotipo de Apple I representaba a Newton bajo un manzano. Todo ello lo ha explicado por activa y por pasiva Rob Janoff diseñador del logotipo de Apple II pero hay gente que quiere imponer la tesis del suicidio con todo lo que encuentra a mano.

Por otra parte, es cierto que durante la II Guerra Mundial Alan Turing jugó un papel destacado en el departamento de criptografía de Bletchley Park, sede del servicio de inteligencia británico encargado de descifrar el cambiante código de la máquina Enigma que utilizaban para comunicarse entre sí los submarinos alemanes (U-Boote, en plural) y con el alto mando. Además los alemanes tenían las máquinas Lorenz SZ 42, más perfeccionadas que Enigma, para comunicaciones ultrasensibles. Sin subestimar la contribución de Turing, es de justicia recordar el papel jugado por los criptógrafos polacos exiliados en Gran Bretaña, que habían empezado a familiarizarse con Enigma antes de La II Guerra Mundial. Los británicos rematarán la faena al conseguir dos Enigma en un U-Boot hundido pero en esta etapa los verdaderos artífices del resultado operativo fueron el matemático Gordon Welchman y los criptógrafos Hug Alexander y Bill Tutte. Los ingleses hundieron masivamente submarinos en 1943 cuando habían apartado a Turing del servicio enviándolo a EE.UU. Al volver no tuvo prácticamente ninguna función técnica directa en Bletchley Park -donde también trabajaba Cairncross- salvo con un vago cargo de consultante general exterior pues lo relegaron a Hanslope Park hasta el final de la guerra. El resto -que su contribución acortó la guerra en dos años- forma parte del mito bordado en torno al personaje.

Para quienes verdaderamente lo admiramos por lo que fue como científico, no por lo que representa como símbolo gay, resulta penoso que Alan Turing sea más conocido por lo anecdótico de su vida que por el legado de imperecedera impronta: la tesis de Church-Turing. Sin ser marginales sus otros logros lo verdaderamente insuperable, por así decir, fue su respuesta -negativa, después de la del lógico norteamericano Alonzo Church pero independientemente de él- al "problema de la decibilidad": ¿Existe un método o algoritmo que permite decidir si una proposición o fórmula es verdadera o falsa? Turing realizó un doblete, en un artículo a los veinticuatro años, que no tiene parangón. Fue capaz de responder simultáneamente a uno de los tres problemas más profundos de lógica matemática y concebir el fundamento teórico de los ordenadores modernos. Church se percató de inmediato que el artículo de Turing contenía, además de una demostración equivalente a la suya, un procedimiento revolucionario que bautizó "Máquina de Turing", expresión hoy día usual en informática. La Máquina de Turing es una máquina ficticia, abstracta, que describe simbólicamente las operaciones que intervienen en lógica e informática. La "máquina" es puramente conceptual, algorítmica, anclada en el mar de la lógica, sin la mínima pretensión técnica ni industrial. Esta contribución constituyó el acto fundacional de la tercera revolución industrial, la de las computadoras digitalizadas. No obstante, es inexacto afirmar que Turing ideó el ordenador Colossus -fue el equipo de Tommy Flowers- fabricado para traducir en Bletchley Park las instrucciones de las máquinas Lorenz SZ 40/42.

Alan Turing se ha convertido con el tiempo en un icono del martirologio gay hasta el punto que ha sido absolutamente santificado y aparece como el ejemplo arquetípico de las persecuciones e injusticias sufridas por los homosexuales a manos de la represora sociedad heterosexual. A Turing le han inventado interesadamente una biografía romántica, aureolada de martirio, siguiendo una estrategia pro domo que deja en la sombra a los verdaderos culpables. Pretextando la rehabilitación que merece la memoria de toda víctima injustamente represaliada, la verdad histórica, en el caso de Turing, queda velada por una serie de cuentos y leyendas urbanas inverosímiles.

*Economista y matemático