Lo llaman el oficio más viejo del mundo y hoy tiene nuevas alas gracias a la globalización. Basta mirar los anuncios por palabras que publican todavía muchos periódicos para ver la internacionalidad de la oferta, que hace que algunas, para distinguirse, se postulen incluso con castizo orgullo como españolas.

La prostitución divide a los espíritus, y también a las mujeres. En Alemania, una famosa feminista, Alice Schwarzer, ha lanzado una campaña en contra. Acaba de publicar un libro con el título de "Prostitución. Un escándalo alemán".

Según la directora de la revista "Emma", la ley impulsada en 2002 por socialdemócratas y verdes que legalizó la prostitución ha perjudicado en lugar de beneficiar a las mujeres y ha convertido a ese país en un paraíso para los chulos. A Alemania, denuncia la feminista, llegan autobuses de proxenetas acompañados de legión de búlgaras y rumanas a las que convierten en auténticas esclavas del sexo.

Frente a quienes defienden el derecho de la mujer a hacer lo que le venga en gana con su cuerpo y a considerar la prostitución una profesión como otras, Schwarzer afirma, aunque sin detallar fuentes, que la inmensa mayoría de quienes la ejercen lo hacen obligadas por la pobreza o por alguien que las explota y que muchas de ellas además fueron víctimas de abusos sexuales en la niñez.

La revista que dirige la feminista ha lanzado un llamamiento que lleva recogidas más de 3.800 firmas que exige poner fin cuanto en la nueva legislatura a la "desregulación del tráfico de mujeres y la prostitución" mediante la abolición de una ley de la que Schwarzer afirma que está hecha "a la medida de los traficantes de seres humanos y de los proxenetas".

Una ley por la que luchó en su día una enfermera convertida en prostituta llamada Felicitas Weigmann, que ha prosperado mucho desde entonces y es hoy dueña de un burdel. En una foto de la época de la coalición socialdemócrata-verde, aparece Weigman junto a la ministra socialdemócrata de la Mujer Christine Bergmann y la jefa del grupo parlamentario verde, Kerstin Müller, sonriente y brindado con una copa de champán por la aprobación de aquella ley.

No todas las ministras socialdemócratas estuvieron, sin embargo, de acuerdo con la aprobación de aquella ley. La entonces titular de Justicia, Herta Däubler-Gmelin, quien dijo que en su ejercicio como abogada no haber conocido nunca a una prostituta feliz, se opuso a la misma, pero sin éxito.

Contrasta la campaña de la revista femenina alemana con lo que ocurre en la vecina Francia, donde se ha lanzado una polémica campaña de sentido opuesto contra otra ley que promueve el gobierno socialista de François Mitterrand que amenaza con imponer una multa de 1.500 euros a quien sea sorprendido con una prostituta, sanción que se duplicaría en el caso de reincidencia.

Esa campaña titulada "343 salauds" (343 cabrones) No toquéis a mi puta"), suscrita por quienes reconocen haber utilizado alguna vez el servicio de prostitutas, entre ellos algún premiado novelista como Fréderic Beigbeder o un abogado del ex director general del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, rechaza la intromisión del Gobierno en la vida sexual de los ciudadanos.

Y hay quien, sin aceptarla, dice que eso de querer acabar con la prostitución es como intentar poner puertas al campo. Por ejemplo, en un país como Suecia con una de las legislaciones más duras se llenan los aviones con turistas que viajan a Tailandia en busca de lo que no encuentran en casa.

Siempre habrá además mujeres que, como la elegante burguesa protagonista de "Belle de Jour" de Luis Buñuel o la joven rebelde del nuevo filme de François Ozon, "Joven y guapa", se prostituyan de buen grado. Aunque se trate de una variante de lujo, que no tiene nada que ver con la sórdida realidad cotidiana.

Consiga o no su propósito Alice Schwarzer, al menos habrá removido algunas conciencias y hecho reflexionar a muchos sobre el drama de la mayoría de esas mujeres, víctimas en muchos casos de un tráfico internacional de seres humanos que beneficia a redes que, como ocurre con el narcotráfico, cuenta a veces con apoyos al más alto nivel.