Opinión | personas, casos y cosas de ayer y de hoy
FEDERICO MARTINÓN SÁNCHEZ
El número 100
El número 100 es muchas cosas: es un número natural que en una serie ordenada sigue al 99 y precede al 101, es la parte de las cien iguales en que se divide un todo (centésima), es la fundación del sistema de porcentajes (% detrás del número), es la suma de los primeros nueve números primos (1, 2, 3, 5, 7, 11, 13, 17, 19, 23), es el cuadrado de 10, es la temperatura en grados centígrados a la cual el agua hierve a nivel del mar, es el numero de divisiones de la mayoría de las unidades monetarias del mundo (cien céntimos, cien centavos?), es el número de años que contiene un siglo, es la expresión coloquial de abundancia (a cientos, ciento y la madre?), es elocución de excitación (estar a cien), es -aunque se quedó muy corto- enunciación de mucha velocidad (a cien por hora), es el número atómico del fermio (elemento químico radiactivo artificial del grupo de los actínidos del sistema periódico), es manifestación de longevidad (llegó a los cien años) y es número de celebraciones y aniversarios (los centenarios).
La etimología de la palabra ciento viene del latín cetum, siendo cien su apócope. También tienen su origen en cetum, los términos romanos centuria y centurión (el que comandaba cien hombres).
En la interpretación del significado de los números, el 100 sería el de la perfección, lo que expresaría que todo lo que acompañara a este número supondría excelencia. El autor no da crédito a esta interpretación, porque de ser así estaría metido en un buen lío al escribir hoy el número 100 de sus artículos dominicales en Faro de Vigo y considerarse muy lejos de tal dignidad. Lo que si aceptaría es su asociación a una vida larga, creativa y próspera. Larga y creativa, si se tiene en cuenta que es una salida de tiesto que un pediatra se convierta en escritor y llegue a esta magnitud, y próspera como declaración de intención, condicionada al deseo de que la dirección y redacción del periódico, así como los lectores, continúen aceptando esta colaboración dominical. Pero antes de que lo hagan he de confesarles que todo lo escrito es fruto del estudio y la lectura. El estudio ordenado, reglado y continuo en medicina, y autodidacta y anárquico en el resto. La lectura de todo lo que el tiempo me permite, por aquello que afirmó Plinio el Joven: No hay libro tan malo del que no se pueda aprovechar algo y porque En su estante metido, el libro está dormido; pero en buenas manos abierto ¡qué despierto! Así las cosas, la consecuencia es cierta originalidad en lo médico y mucha cita en el resto, pero, eso sí, ajustadas al precepto romano de "suum cuique tribuere" -dar a cada uno lo suyo- , es decir, procurando dejar testimonio del libro que uso y de su autor.
En la Biblia el número 100 es, entre otras muchas cosas, número de prueba de que lo que parece imposible puede ser factible: Entonces Abraham inclinó el rostro hasta el suelo y se rió de pensar: "¿Acaso puede un hombre tener un hijo a los cien años, y ser madre Sara a los noventa?... Abraham tenía ya cien años cuando nació su hijo Isaac. Y es también número de multiplicación y cosecha, de fundamento y cimiento, de conquista y de derrota, de tributo, de ofrenda, de plenitud y de recompensa. Y a casi todo ello se suma el autor, menos al reto conseguido por Abraham, dándose por muy satisfecho con sus siete hijos: Federico, Georgina, María, Mateo, Marcos, Lucas y Nazareth. En hebreo el número 100 está representado por la letra kuf y equivale a las cien bendiciones diarias que deben ser pronunciadas por todos los judíos, y cien son los sonidos del Shofar en el nuevo año judío, que algunos relacionan con lo Eterno.
En la tradición el número 100 es augurio de buena salud, de modo que nos alejaría de la enfermedad vivir en una casa con el número 100, tener un décimo de lotería que termine en 100 o ser el número 100 de una nómina, al tiempo que, según dijo San Pedro de Cascia (Florencia), nos aseguraría la longevidad beber en la adolescencia un vaso lleno de 100 gotas de límpida agua de manantial -a lo que también se apuntaría el autor pero ya se le pasó la pubescencia-.
Michel de Nôtre-Dame -en occitano: Nostradamus- (1503-1566), médico eminente que combatió con éxito la peste mediante la "pildora rosa", fue también considerado uno de los más renombrados autores de profecías y eventos futuros, los cuales recogió en el libro Las verdaderas centurias astrológicas y profecías (1555), compuesto en cuartetas que agrupó de 100 en 100. La obra, extremadamente críptica y metafórica para evitar la Inquisición, para unos es oráculo real y para otros es la descripción simple de hechos inevitables, lo que es conocido como "precognición retroactiva". En cualquier caso, él quiso creérselo o, al menos, hacérnoslo creer y dejó escrito en su epitafio: "Aquí descansan los restos mortales del ilustrísimo Michel Nostradamus, el único hombre digno, a juicio de todos los mortales, de escribir con pluma casi divina, bajo la influencia de los astros, el futuro del mundo".
Asimismo el número cien hizo incursiones literarias tales como la canción de José de Espronceda: "Con cien cañones por banda,/ viento en popa a toda vela/ no corta el mar, sino vuela/ un velero bergantín", los cien cantos que tiene la Divina Comedia de Dante o el célebre libro Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. A ellas podríamos sumar, como otra forma literaria, los muchos refranes de los que el número cien forma parte: "Quien hace un cesto hace ciento", "Más vale pájaro en mano, que ciento volando", "No hay mal que cien años dure"?.
Tampoco la historia se salvó del número 100. La Guerra de los cien años entre Francia e Inglaterra, que realmente duró 116 años, de 1337 a 1453. Cientos fueron los impuestos que instituyó el reino de Castilla en 1629, 1642, 1656 y 1664. Cien días tardó Napoleón en volver a París de su exilio en Elba y cien días duró su segundo reinado. Cien días de gracia da la oposición a un gobierno democrático salido de las urnas, si bien solo en teoría, porque azuzan de mala manera desde el primer día, los de un signo y los de otro, sin esperar a ver qué dan de sí en su responsabilidad y sin intentar contribuir con aportaciones en positivo, a mejorar las cosas
También la mitología y la leyenda recogieron el número 100. Valgan de ejemplos el gigante de Hera, en Argos, que tenía cien ojos y podía dormir con cincuenta abiertos o, en Ladón, el dragón de cien cabezas, guardián del Jardín de las Hespérides. Precisamente de este último le viene el nombre a los dragos, con su savia roja, algunos de fama universal, como el de las Casas Consistoriales de Gáldar (Gran Canaria), uno de cuyos hijos cuido en mi jardín.
Finalmente no olvido que "el número 100" era durante mi juventud denominación habitual del destino del producto final de nuestra ingesta y digestión, escrito incluso en la chapa de algunas letrinas. Parece ser que tal nombre tiene su origen en la idea de desprestigiar las instituciones catalanas en la corte de Felipe IV, de modo que decían "ir al ciento" en lugar de ir al retrete, en alusión al Consejo de Ciento que regía la ciudad condal y ante la que en Cataluña inventaron la expresión antimonárquica de "ir a casa de Felipe". A estos sinónimos tan peregrinos habría que añadir otros no menos insólitos recogidos en el diccionario de María Moliner: beque, común, garita, tigre, necesario, jardín? o los más modernos, como el irracional y contradictorio "inodoro", el cursi "excusado", el pontificio "sedia estercoraria" (retrete móvil que significaría "silla estercolera") o el incongruente "guaterclós", condensado en las siglas W.C. No obstante, como no siempre puede haber campo abierto o estar a mano y dispuesto el evacuatorio, es posible que se imponga un lugar improvisado, lo que dio origen a este epigrama recogido por Amancio Peratoner (último tercio del XIX): De un espléndido banquete/ salía don Melitón,/ y un grandísimo "apretón" / en la calle le acomete./ Alivio fue de su mal/un portal que abierto halló:/pero el cuitado no vio/ que era de un "Grande" el portal/ A castigar su insolencia/ sale el portero irritado/ y le dice: --"¡Descarado!/ Daré parte a Su Excelencia/ Mas don Melitón con modo/ al portero respondió:/ -"¿Qué dice usted?... parte no;/ puede usted dárselo todo."
Y no puedo terminar el artículo número 100 sin dar las gracias a los autores de los libros que he leído y citado, a los responsables de Faro de Vigo que me han permitido esta colaboración habitual -de forma especial a X.M. del Caño, de quién partió la idea y fue promotor de cada uno de mis artículos- pues contar con una página entera de un periódico es un lujo, y gracias también a los lectores, unos cuantos, la verdad es que cada vez más, que me siguen y animan. Soy consciente de que no todo lo que he escrito es acertado, por lo que pido disculpas. A todos mi agradecimiento y la promesa de seguir, mientras yo pueda y ustedes quieran.
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