Los sentimientos nacionalistas se exacerban con las crisis. Lo estamos viendo ahora con lo que ocurre en Cataluña y las reacciones de rechazo que ello suscita en el resto de España.

Pensaba yo en esto cuando descubrí un libro de artículos periodísticos que el gran poeta nicaragüense Rubén Darío escribió como enviado especial a España en 1899: "España contemporánea" (Ed. Renacimiento).

Acababa de sufrir entonces nuestro país una crisis de muy distinto tipo, el gran trauma nacional que supuso la pérdida de sus últimas colonias tras la desigual guerra con los Estados Unidos, y el diario argentino "La Nación" contrató los servicios del poeta, que tenía a la sazón 32 años y había ya publicado "Azul" y "Prosas Profanas", entre otros títulos famosos.

Tras una travesía a bordo del vapor italiano "Vittoria", Darío arriba a la península por Barcelona a finales del año de la catástrofe, y allí se sumerge en un ambiente político del que escribe que "va más allá de un deseo contemporizador de autonomía" y "llega hasta el más claro y convencido separatismo".

El poeta convertido en periodista conversa con profesores de Universidad, industriales, obreros y artistas, entre ellos su admirado Rusiñol, y llega a la conclusión de que en todos ellos "está el mismo convencimiento, que tratan de sí mismos como en casa y hogar aparte, que en el cuerpo de España constituyen una individualidad que pugna por desasirse del organismo al que pertenecen, por creerse sangre y elemento distinto de ese organismo".

Al igual que hoy políticos catalanes hablan despectivamente de los andaluces o se quejan del expolio que sufre Cataluña, se hablaba entonces, cuenta Darío, de "dos ciudades (las industriosas Barcelona y Bilbao) que tienen los brazos en movimiento para que coman los otros hermanos" o de la "capa holgazana" de Madrid.

Ha bajado desde entonces mucha agua por el Llobregat, el Guadalquivir y el Manzanares. Ha habido regímenes para todos los gustos y sobre todo disgustos, ya no existen Pirineos, pero, como el dinosaurio de Augusto Monterroso, el problema todavía está ahí. Y más enconado que nunca, a lo que parece.

A río revuelto ganancias de pescadores, reza el refrán. Y agitadas están ciertamente las aguas por culpa de demagogos de un lado e irresponsables totales de otro, cuando lo que se precisa hoy más que nunca es serenidad, inteligencia y sangre fría.

De ahí que sea muy de elogiar la iniciativa conjunta de la Fundación del Diario Madrid y la Asociación de Periodistas Europeos de promover, bajo el sugestivo título de "España plural, Cataluña plural", un foro de debate bimensual en torno a ese conflicto cuya falta de solución a todos nos perjudica por igual.

El objetivo que se han marcado los organizadores es "oxigenar un ámbito envenenado por la interferencia de intereses políticos inmediatos, por el empeño de instrumentalizar posturas extremas y ningunear opiniones y actitudes favorecedoras de mayor comprensión".

Se trata de contrastar puntos de vista de académicos, juristas, periodistas y personalidades de la cultura tanto de Cataluña como de otros lugares, partiendo de la convicción de que, como dijo el historiador José Alvarez Junco en la primera sesión, celebrada el 3 de julio en Madrid, en el mundo actual no hay ya sociedades homogéneas, lo que resta sentido al concepto de nación.

La próxima sesión, prevista para el 3 de octubre en Barcelona, se ocupará de cómo un sector significativo de la prensa se dedica irresponsablemente a echar leña al fuego y de las dificultades que encuentran las voces moderadas de una y otra parte a la hora de disentir desde la moderación.