Para ilustrar la noticia del debate en el que el presidente del Gobierno osó por fin pronunciar el nombre de quien fue su amigo y tesorero y hoy sólo es vengativo denunciante, algún periódico publicó una foto que me llamó poderosamente la atención.

Aparecía en ella el dirigente conservador, que acaba de hacer su intervención, mezcla de autojustificación, de orgullo herido y de despecho, mientras a su izquierda, sus ministros y, detrás de ellos, sus correligionarios aplaudían a rabiar a su líder.

La imagen me produjo una sensación entre el malestar y la irritación. Eso es lo que ocurre, reflexionaba, cuando un partido, cuando los partidos en este país están hechos a base de adhesiones al jefe y exigen de quienes ocupan algún cargo un ejercicio de lealtad perinde ac cadaver, como se les exigía a los jesuitas.

Puede que entre los que aplaudían en la bancada del Gobierno hubiese algún Bruto en potencia. Y entre los de más atrás, algunos no parecían hacerlo con el mismo entusiasmo exhibido por quienes gozaban de la proximidad del líder máximo.

No importa. Un presidente acorralado por la oposición y por sus propias palabras, podía irse finalmente de vacaciones, reconfortado por el apoyo incondicional de los suyos.

Daba igual que no contestase a lo que le preguntó la oposición, que anunciara su intención de no dimitir en ningún caso, que incurriera en contradicciones al protestar de su inocencia y que exigiera a los españoles un acto imposible de fe.

Daba igual que toda su justificación quedara en un "me equivoqué", como si una equivocación - si es que realmente fuera eso- de tal tamaño y de tan nefastas consecuencias no sólo para la democracia sino para la imagen del país no exigiera una dimisión en toda regla.

Daba igual y seguirá dando igual mientras ese partido, mientras todos los partidos de este país tengan una estructura piramidal, mientras los diputados sólo sean responsables ante quien los incluyó en una lista cerrada u bloqueada, premiando así su lealtad, y no ante quienes votaron por esa lista y a los que se supone - aunque es mucho suponer- que representan.