La Gran Guerra dejó escenas dantescas en las trincheras y dolor y odio en millones de familias. Al terminar, la sociedad trató de consolarse con muchas ganas de evasión y de reírse. Hasta que la fiesta terminó en América con el crack de Wall Street y la gran depresión, en España con la Guerra Civil y en Europa, con la invasión de Polonia y el comienzo de la II Guerra Mundial. En el medio, se cocinaron los fascismos.

Hay un libro inquietante de Martin Davidson en el que el autor rastrea la vida de su abuelo Bruno, "el nazi perfecto". Es la descarnada descripción de cómo Hitler sedujo a una generación y la condujo al odio total. Jóvenes comunes y corrientes se transformaron en sádicos, y llegaron con la máxima naturalidad a la práctica del genocidio.

Hubiera sido imposible si el desastre de la Gran Guerra, las secuelas de la destrucción y la venganza por la derrota de Alemania y la humillante paz de París no hubieran abonado un clima propicio y creado una maquinaria infernal.

Pero en el interim están los años veinte. El tiempo de entreguerras. Un periodo que la propaganda designó como la "década feliz", caracterizada por el desenfado en las costumbres. Intelectual y artísticamente son años de gran creatividad. Y socialmente, de innovación.

Pese a que España ha sido neutral, y buena parte de la Península ha sentido lejana la conflagración, en las zonas litorales, como Vigo, donde la guerra marítima estaba a sus puertas, el conflicto y sus consecuencias se vivieron con intensidad.

De ahí que la reacción, al finalizar la contienda, fuera de liberación. Vigo festejó la conclusión de la contienda como no había hecho en ocasiones similares en las guerras coloniales.

Una de las manifestaciones más expresivas del clima postbélico es la llegada del humor gráfico a los periódicos. En estas páginas se produce en el verano de 1923, hace ahora 90 años.

A finales de julio publica su primera viñeta Federico Ribas, dibujante genial y uno de los vigueses más relevantes de la historia de la ciudad.

En este diario han colaborado una pléyade de artistas, de los que el más renombrado es Alfonso R. Castelao, que ha dejado en la hemeroteca más de doscientas viñetas de la popular serie "Cousas da vida", entre los años 1926 y 1933.

A su estela han plasmado sus creaciones -dibujos, caricaturas, viñetas humorísticas- artistas de la talla de Maside, Torres, Sobrino, Castro Gil, Pardo, Laxeiro, Colmeiro y muchos más, la mayoría gallegos.

El resultado de su trabajo es una línea de humor característico, que los identifica, apegado a la tierra, en el que captan paisajes, situaciones y personajes típicamente gallegos.

Federico Ribas se diferencia de todos ellos. Asume el cosmopolitismo vigués, y se impregna de universalidad en la etapa de formación en Buenos Aires, a donde llega a los 18 años. Con ese bagaje y su ingenio, se instala en Madrid y triunfa.

No olvida los orígenes, y cada verano pasaba las vacaciones en Bueu. En una de las estancias es cuando lo ficha FARO, que lo presenta como la gran estrella: "joven todavía, goza ya de los favores de la fama".

Ribas, uno de los grandes innovadores de la ilustración en España, dibujará en FARO hasta 1928. Aunque es reconocible por su estilo, no son del mismo tono sus colaboraciones. En las grandes revistas ("Blanco y Negro", "La Esfera", "Mundo Gráfico"), entusiasma a sus miles de fieles con las viñetas en las que caricaturiza la frivolidad de la alta sociedad y la vida "chic". Pero en Galicia se supera a sí mismo cuando dibuja al paisano. Sin la amargura de Castelao, las viñetas de Ribas buscan la sonrisa inmediata. Hacer reír sin necesidad de que el lector se empañe de la angustia de los personajes.

Veraneaba en Bueu cuando estalló la Guerra Civil, y para evitar eventuales represalias huye a Argentina, de donde no regresó hasta 1949. Tres años después fallecía en Madrid.

Los lectores se enteraron por la nota necrológica. "Ha muerto un artista a cuya memoria Vigo estará siempre unido. La ciudad no puede dejar en la indiferencia el nombre de un vigués excepcional". Por eso le ha dedicado una calle.

Este mes se cumplen noventa años de su estreno como humorista entre los gallegos. Como ahora, entonces la gente también necesitaba arrobas de risa para espantar los fantasmas.