La sentencia del Tribunal Supremo (TS) pone en una situación difícil a las entidades de crédito que incluyeron en sus contratos hipotecarios cláusulas suelo. Y mi opinión y consejo para los bancos que no están directamente afectados por la sentencia es que la asuman cuanto antes y de forma voluntaria. En cualquier caso, tengo la sensación de que ellos mismos se darán cuenta de ello. Por varios motivos.

Primero, me parece que pocos créditos hipotecarios pasarían la prueba del algodón definida por el TS. Porque en la práctica esa cláusula iba en la letra pequeña del contrato. Ni el banco, ni el notario hablaban de ella y, desde luego, nada se negociaba a este respecto. Poca transparencia y menos información han sido la norma y no la excepción.

Segundo, porque las entidades de crédito que no se sumen a esa liberación de cláusulas se van a ver desbordadas por reclamaciones y demandas, con una muy elevada probabilidad de perder, visto el panorama.

Tercero, porque lo que sí van a conseguir, sin duda, es tener clientes cabreados a los que va a ser imposible colocarles ningún producto financiero adicional, y que van a hablar mal de su propio banco a amigos y conocidos. El coste reputacional puede ser muy elevado para unas entidades de crédito que luego gastan millones en publicidad.

Y cuarto, porque las clausulas suelo tiene un efecto limitado en el tiempo: el euríbor volverá a subir por encima del 2% en un par de años. Pero los clientes y posibles contratos que se pierdan por el camino no volverán.