Lo que más alarma del asunto Blesa, que es el asunto Caja Madrid, que es el asunto Bankia, que es el asunto que a usted y a mí, como contribuyentes, nos ha costado ya más de 20.000 millones de euros, lo que más alarma, decíamos, no es que Blesa fuese como era, como presuntamente es todavía, eso lo lleva escrito en la cara, en sus poses, en sus camisas de cuello tipo iguana, en el modo de meterse las manos en los bolsillos, lo lleva escrito en los rizos de la nuca, lo llevaba escrito ya en la boda de la hija de Aznar, como Correa, esa boda sigue siendo una fuente inagotable de información bursátil, signifique lo que signifique bursátil, de modo que lo que más alarma no es todo eso, no, no, no, qué va, lo que más alarma no son sus semejanzas con Villalonga o Vilallonga, ahora no caigo, el otro compañero de pupitre de Aznar, que se refugió en Miami tras levantar en la Telefónica recién privatizada una pasta inverosímil, lo que alarma de verdad, lo que a un servidor le produce escalofríos, es que hubiera gente del PSOE y de IU y de CC OO y de UGT riéndole las gracias y firmando a ciegas sus decisiones en el famoso consejo de Caja Madrid. Punto, ya era hora, empezaba uno a ahogarse.

Eso es lo que peor llevamos, si me permiten utilizar el plural solidario, esa complicidad, esa connivencia, ese trajín de compadreos del que no ha quedado nadie fuera. Se pregunta qué hacían allí los representantes de los sindicatos y de los demás partidos políticos, se lo pregunta uno todo el día y toda la noche, y se lo pregunta mientras espera el autobús, y mientras se cepilla los dientes, y no halla más que una respuesta: llevarse 300.000 euros del ala al año. Es terrible tropezar una y otra vez con la misma respuesta, por más que uno busque resquicios, agujeros, rendijas, en fin, por las que pueda aparecer otra. Que estaban allí, digamos, para controlar la obra social, o para vigilar el dinero de los depositantes o para rechazar propuestas locas como la de comprar un banco por el doble de su valor. Pues no, ninguna de esas respuestas encaja. Estaban ahí por la pasta, y solo por la pasta, como si la pasta fuera una patria, que lo es.

Dios mío.