La Época, el viejo diario fundado en 1849 (era el decano de la prensa madrileña) fue, desde la Restauración, el portavoz del partido conservador, sin desviarse en su defensa hacia parcelas personalistas o de liderazgo. Defendía a quien representaba al partido. En los años 30 a Sánchez Guerra. Era periódico esencialmente de suscripción y tenía una relevante influencia en las capas altas de la sociedad, a pesar de su escasa tirada. (Unos 5.000 ejemplares aproximadamente cuando desaparece en julio de 1936).

Como otra prensa monárquica influyente, tuvo el error de plantear las elecciones municipales de abril del treinta y uno como un plebiscito entre monarquía o república. "La jornada electoral de mañana es decisiva", dice en el recuadro editorial del día once. La monarquía se identifica con la propia España y con su historia, con el orden, la paz, el trabajo fecundo, el progreso incesante. Por el contrario, "fuera de ello, la violencia es lo único que se percibe". Y hace una última recomendación: "Fijaos en que votáis por vuestros ahorros, por vuestra familia, por vuestros hijos, ya prisioneros de un ambiente universitario en que se les enseña a no aprender; por vuestros templos y sacerdotes". (La Época, "A votar", 11-IV-1931).

El día 15 no oculta la gravedad del cambio acaecido y pide, sobre todo, serenidad. Después hace una declaración de fe política al manifestar que seguirá siendo monárquico constitucional y parlamentario", y que, pese a ello, acepta el nuevo régimen y le desea acierto. Acusa a la Dictadura de haber sido la causante de esa situación y alaba al rey que, con su gesto patriótico de marcharse, ha evitado una guerra civil. Y termina preguntándose con temor: "¿Se logrará en España un tipo de República francés o suizo, o se deslizará hacia el abismo comunista?" (L.E., 15-IV-1931).

En estos primeros momentos la gran preocupación del diario conservador, el mayor peligro que oteaba en el devenir republicano era el comunismo, seguido por el separatismo (aunque aceptaba fórmulas de autonomía) y la irreligiosidad, confiando en el "catolicismo ferviente" del presidente Alcalá Zamora para que no se produzcan actos violentos ni se despierte una guerra civil religiosa. (L.E., "Los peligros del momento". 16-IV-1931). Si estos eran sus temores iniciales, su aspiración y propuesta era que se organizara un gran partido conservador democrático, porque "sin grandes partidos la política no tiene estabilidad" y además porque se necesita para defender "los principios fundamentales de la sociedad". Este partido podía ser "monárquico", o "una gran derecha conservadora" dentro de las actuales instituciones, o una "derecha republicana fuerte" que apoyara a los hombres de esa significación (Alcalá Zamora y Maura) que estaban en el Gobierno Provisional y que iban a necesitar ese apoyo contra sus propios compañeros socialistas de gabinete, etc. El caso era lograr una fuerza política que impidiera la "transformación de la República burguesa en República social?". (L.E., "Se necesita un gran partido conservador democrático", 25-IV-1931).

Una constante a lo largo del período republicano va a ser el ataque al comunismo mientras se produce también un proceso de radicalización paulatina contra la República y la democracia al mismo tiempo que se defienden las posturas más reaccionarias de renovación Española y su líder Calvo Sotelo. Sobre todo a partir del otoño de 1933 en que José Escobar, marqués de las Marismas, sustituye a su padre en la dirección y releva al moderado Mariano Marfil como redactor jefe y editorialista (pasaría a AHORA), el viejo periódico conservador va a inclinarse poco a poco ininterrumpida y claramente en contra de la República y a favor del fascismo. En septiembre de 1935 no tiene ya ningún reparo en decir que "lo más grave de la democracia no radica en su pésima organización política, sino en la progresiva desmoralización que se apodera de los pueblos". Y termina el editorial diciendo que "si la democracia no puede hacer nada contra el comunismo, se impone la misión ineludible de hacer algo contra la democracia; claro que su vida es ya tan tenue que no son necesarias actitudes heroicas frente a ella. A la hora en que el señor Gil Robles proclama que la democracia es una conquista definitiva de los pueblos, han advertido éstos claramente que con ella solo resta por cumplir una obra de misericordia: enterrar a los muertos" (L.E., "Comunismo y democracia", 2-IX-1935).

Una muestra de la opinión profascista que ya mantiene en estos tiempos es la que publica al día siguiente sirviéndose de los comentarios que Unamuno había hecho en un artículo publicado en AHORA en el que hablaba de esos "mozos de partido" que quieren cambiar el estado Liberal y que se llaman fascistas. La Epoca dice taxativamente que se "necesita otro Estado, y a este nuevo Estado que hoy se presiente, aunque no se muestren sus perfiles todavía muy claros, es a lo que ha dado en llamar fascismo. Lo único importante es que sabemos que un día hemos de arribar a esta nueva Tierra de Promisión, que ya se vislumbra en lontananza." (L.E., "Liberalismo y libertad", 3-IX-1935).

A primeros del año 36, el editorial que acompaña en primera página a la información que se recoge de los actos monárquicos celebrados en Madrid se titula, significativamente, "Delenda est Republica", parafraseando y aprovechando el famoso artículo orteguiano. (L.E., 13-I-1936).

Según se van acercando las elecciones de febrero, la concreción del mensaje electoral y la radicalización de las posturas se van acelerando. El día antes del escrutinio especificaba claramente la fractura social en la que, según el diario, se dividía España. La campaña electoral, decía, "ha puesto tan de relieve los rasgos peculiares de cada uno de los dos bandos en los que de un modo hondo e irreconciliable está dividida España. (?)

Al pie de todos los carteles de propaganda derechista esta consigna breve y precisa: "Votad a España". Como símbolo de todos los carteles de izquierda, la hoz y el martillo, es decir el ofrecimiento del país a una doctrina y a una nación extranjera. (?)

Y el abismo ha quedado abierto con unos bordes tajantes. Por horas, por minutos, quedan claramente enfrentadas la España y la anti-España. (?) El momento es dramático. Quizá el más dramático de la Historia de España en quinientos años. (?) La alternativa es esta, con toda su desnudez pavorosa: o España resurgiendo de sí misma, o España entregada a la Noche, a la desolación y al caos": (L.E., "El voto de mañana", 15-II-1936).

El mismo día de las elecciones, después de acusar de triunfalismo a los cedistas por eso de "los Trescientos", confiesa que ese artículo "se escribe en una de las mañanas más inciertas de febrero". Su impresión es de preocupación grave y que hay que tomar la revolución en serio. Y vaticina como un presentimiento: "Cuando se habla de Contrarrevolución y de Revolución se habla de vida y muerte". (L.E., "Tenemos que ganar", 16-II-1936).

La derrota de la derecha en las elecciones del Frente Popular marca ya una inflexión ideológica en al viejo periódico que es incapaz de disimular en los meses posteriores y que se explicita con rotundidad, por poner sólo un ejemplo, el mismo miércoles postelectoral en que el Gobierno Portela presenta su dimisión cuando, sin enmascarar estas frases en un artículo y en letra cursiva, más grande y encuadrado en dos cortos decía: "Ni por un voto, ni por cien, ni por un millón puede acordarse la extinción de la Patria, única e indivisible". En el otro iba este texto: "Coincidimos con ciertos periódicos de derecha en creer que las izquierdas sembrarán en España la destrucción y la ruina. Discrepamos de nuestros colegas en estimar que con tal de que lo hagan constitucionalmente no debemos oponer a ello ningún reparo. Nos reconocemos sin virtudes de mártires de la Constitución". (L.E., 19-II-1936).

Con motivo del asesinato de Calvo Sotelo fue suspendido (13-VII-1936) y el inmediato inicio de la guerra civil le impidió reaparecer.