Oído, cocina. Afirma avecilla que ya puede, el pretor Juárez -Samuel- cantar himnos con una lira, que da igual. Pese a sus estadísticas, lo de la seguridad ciudadana es un mito, y no ya sólo por la cantidad de chorizos que aparecen en el oficio público -y que inquietan de caralho- sino por los otros, los que roban en viviendas a punta de pistola y con las familias dentro. Hay concellos que, han declarado la alarma, a pesar de lo que dice el delegado del Gobierno. Que es como Rajuá; cree plebeyo sudar. Ojo.

Por eso, mucha gente en los Cuerpos de Seguridad están que trinan. Les escamotean los recursos, les recortan los sueldos y, aún encima, buena parte de las operaciones, por pitos o por flautas, apenas sirven para algo. Por eso se reactiva la antigua queja según la cual llevar a los Juzgados -sobre todo a algunos- a los delincuentes equivale en muchos casos a perder el tiempo, porque por una puerta entran y por otra -la de enfrente- salen. Y a veces no transcurren ni dos días. ¿Eh?

El pájaro supo que el malestar -con los sindicatos propios echando leña al fuego- no hace más que crecer, y que hay informes internos en los que tras detectarse, se comunica a los de arriba. Pero lo que ocurre después es que no se da respuesta porque los remedios -que han de pasar por un aumento notable de medios de todo tipo- son caros y Madrid dice que tururú. Y el que pueda, que se pague seguridad privada y el que no que haga una novena -y larga- a Harry el sucio. Uyuyuy.

Bueno, vale, una cosa más sobre el mundo judicial. Le soplan a Anacleto que sí, que es verdad lo que se dijo acerca de que lo de la Operación Pokémon, y sobre todo el modo en que se lleva, tiene dividida a esa parroquia e incluso a los partidos políticos afectados. Que, por cierto, en más o en menos, son todos, lo que no impide que cuando el alcalde lugués Orozco se lamenta de las filtraciones, le repliquen desde la otra orilla que, en vez de callar, podría quejarse también cuando son otros, ya sabéis, los damnificados. ¿Eh?