Es llamativo que la troika amenace a Chipre con la expulsión del euro mientras afloran las cuantiosas inversiones rusas en la Isla y se comentan los sectores y actividades que interesarían a Moscú a cambio de "pagar" la crisis chipriota. Inquieta saber que dos de cada tres isleños son más partidarios de esta salida que de seguir en la UE. Aún sin conocimientos geoestratégicos, se advierte algo así como el tanteo para un movimiento de riesgo en el tablero internacional. Los especialistas coinciden en que para los rusos sería del mayor interés una base militar en esa parte del Mediterráneo, la más candente del mundo en la actualidad. Ahora critican el absurdo ultimátum financiero de Berlín y Bruselas, evalúan entre otros los recursos petroliferos de Chipre y no citan ni de lejos la expectativa estratégica. Pero calientan la olla para que estalle a su favor. Las palabras de Medvedev en un reciente foro son despectivas para la europolítica y quejumbrosas del daño a los intereses rusos amenazados por la mordida al ahorro popular. Pero también se interpretan como la primera voluta de una espiral que irá estrechándose sobre el objetivo de "comprar" cuotas de soberanía chipriota si se hace dramático el abandono de los mandarines europeos.

Hablando siempre en conjetura, un desarrollo de esa naturaleza es lo único que falta para calificar de necia, o de loca, la incomptencia de los centros de poder de la Eurozona. Salvo que los del Norte estén maquinando la voladura controlada del euro, abandonar uno de los territorios integrados a la virtual ocupación rusa, con todo lo que significa de refuerzo para los estados menos pro-occidentales de la región, sería delirante. Los políticos chipriotas todavía están del lado occidental, pero la población no admite que le toquen la cartera para redimir errores y abusos de los que no tiene culpa. Así se las ponían a Fernando VII, por describir a lo castizo la ventaja que Putin y Medvedev ganan reivindicando garantías para unas inversiones que, en el volumen de su economía, son poco menos que nada. Y esto en paralelo con los esfuerzos personales de Obama por quitar hierro a la escalada israelo-palestina, que sufrirá un azaroso estímulo, como también las dictaduras de Irán y de Siria, si aparece en Chipre una base rusa o amanecen un dia los isleños pagando el rublos el pan del desayuno.

Además del fracaso de sus recetas, la soberbia y la petulancia de los líderes europeos ya no es tan solo disgregadora de la propia Europa. Puede convertirse en un grave riesgo para el equilibrio de la paz si el presidente Obama, que ya ha lanzado el señuelo del libre comercio EE.UU.-UE (con Rusia a la intemperie) no los pone firmes más pronto que tarde. Y citemos de pasada algo muy digno de mención (y de comparación): la iglesia ortodoxa ofrece su valiosísimo patrimonio para enjugar una parte de la deuda de Chipre. Seguro que al papa Francisco le gusta el detalle, pero ya se sabe que España no es Chipre. Lo dicen a toda hora.