Camino del sexto año de crisis en España, existe amplio consenso entre políticos, empresarios y tertulianos sobre que el país no puede salir de ella sin antes abandonar la "perversa" austeridad recetada por Merkel. Incluso se va más allá y se proponen remedios? que acaban siendo peores que la enfermedad.

Uno de las más demandados, tras dedicar miles de millones para "salvar a la banca" (aunque, mayoritariamente, fueron destinados a unas cajas muy politizadas en su gestión), es el de la necesidad de que parte de dichos fondos se usen para que "fluya el crédito". Error: el crédito no fluye en parte alguna, ni en España, ni en el manido ejemplo de EE UU (donde, tras 3 billones de dólares inyectados por la Reserva Federal, el dinero circula a la menor velocidad de los últimos 50 años y se queda en los mercados financieros -de ahí que el Dow Jones esté en máximos históricos-, sin llegar a los bolsillos de ciudadanos y empresas).

Y esto es así porque nuestros acreedores de la era de la burbuja han ordenado que devolvamos lo prestado. Si el desapalancamiento avanza en el sector privado (de manera lenta: estamos en niveles de 2007), la deuda pública no deja de crecer y el Estado usa el (poco) crédito disponible para refinanciarse, desplazando así a empresas y particulares. En resumen: el endeudamiento masivo que camufló la falta de aumento de ingresos de la clase media no volverá. Y de ello se sigue una conclusión desagradable: dicha clase media irá empobreciéndose, por vía directa (con sueldos iguales o menores) e indirecta (vía aumento de impuestos de manera constante, que utilizará el Estado para pagar deudas? mientras consigue ahorros procedentes del recorte del Estado del Bienestar, cuyas prestaciones también irán mermando). Eso sí, habrá Corinnas, Faletes, grandes hermanos y fútbol para entretenernos.