Estimado Salvador Fraga:

Pues es bien sabido que la mente, siempre sabia, nos hace mirar nuestra infancia, nuestra juventud, toda nuestra historia en su recuerdo más amable, nos protege arrinconando en algún extraño lugar nuestros malos momentos, los pesares y preocupaciones que en su momento parecieron insalvables.

Es importante saber que eso no es la realidad, es nuestro recuerdo de aquella realidad y erramos al pensar que todos vimos en ese pasado el mismo reflejo. Y no todos vimos el mismo pasado que nos presentas del Colegio de Arquitectos de Galicia.

Tampoco suele estar toda la verdad cuando ponemos el mal exclusivamente en lo ajeno, en este caso la anterior Junta de Gobierno del COAG y su señalada Asamblea de Diciembre, las lecturas han de ser, en una institución con tanta historia como la nuestra, un tanto más complejas, analizando errores y aciertos cometidos entre todos.

Lo que nunca esperé de alguien que tanto tiempo ha dedicado a este Colegio de Arquitectos es que en tribuna pública faltase al respeto a aquellos arquitectos que, en su pleno derecho, tratan de exponer nuevas ideas para el colectivo en estas elecciones.

El primer y mayor menosprecio es la omisión, que en tu caso se materializa tildando de "presencia anecdótica" las propuestas que los equipos de los arquitectos David Sarmiento, José Bar o Pablo Chao tratan de enunciar a los colegiados desde su candidatura al decanato.

El siguiente menosprecio va dirigido al equipo de Carlos Quintáns, al que pertenezco, y aquí mi sorpresa se desborda porque para desacreditar esta candidatura enuncias frases como "es economía y no gestión cultural la necesidad real que hoy toca atender".

¿Acaso algún día no tocó atender la economía? A la economía se la ha de atender siempre, en crisis y, sobre todo, en tiempos de bonanza. No dudo que todos los que han prestado su dedicación al COAG atendieron lo mejor que pudieron dichas necesidades y tampoco dudo que ninguno de los que venga lo hará con la misma responsabilidad, jamás creeré que esto sea cualidad exclusiva de unos pocos.

La gestión cultural en esa extraña ligazón que haces con la economía como si sólo se pudiese hacer cultura con dinero, pues acrecienta la sorpresa, pero lo que más hiere es ver cómo debemos ser el único oficio en el que se usa para descrédito de un profesional la brillantez de su currÍculum como has hecho de las trayectorias de Carlos Quintáns, Ángel Cid y José Valladares. Cuesta pensar que después pidamos respeto por un oficio cuando nosotros mismos nos herimos de este modo.

Y como en tu artículo, me permito acabar citando también a nuestro mutuamente admirado Buckmister Fuller cuando dice: "Construye un nuevo sistema que haga que el anterior se vuelva obsoleto".

*Arquitecto