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De vuelta y media

Cuando Odriozola dio nombre a la Biblioteca

POR RAFAEL L. TORRE

Fue un secreto muy bien guardado, porque se gestó a última hora. Por eso la sorpresa resultó mayúscula cuando el conselleiro de Cultura, Alfredo Conde Cid, anunció en mitad de su discurso inaugural que la nueva Biblioteca Pública llevaría el nombre de Antonio Odriozola Pietas.

Esta distinción del gran bibliófilo recibió una calurosa ovación del personal asistente a aquel sencillo acto, como prueba del agrado que causó tan acertada nominación. Fue el primer homenaje público que recibió el señor de la camelia, escasamente un mes después de su triste fallecimiento.

La Biblioteca Pública Antonio Odriozola se inauguró la tarde del 21 de enero de 1988. Mañana se cumplirán, por tanto, veinticinco años de esta efeméride que terminó con diez años de protestas continuadas. Al fin, una institución creada el 1848 a partir de algunos fondos monasteriales, dispuso en su larga historia de su primer edificio propio y adecuado a sus necesidades y usos, en la calle Alfonso XIII, donde hoy sigue ubicada tras su singular devenir.

El antiguo Colegio de los Jesuitas (anexo a la iglesia de San Bartolome), el Palacio Provincial, la Delegación de Hacienda, el Instituto Nacional de Enseñanza Media y la Casa de Cultura fueron, sucesivamente, los lugares que acogieron la Biblioteca Pública durante un siglo y medio, hasta llegar a aquel celebrado momento.

La cuenta atrás para su construcción, de acuerdo con un proyecto adaptado al uso prefijado, comenzó exactamente el 19 de noviembre de 1983. Tal día se produjo la visita esperada, que marcó un antes y un después a una década de denuncias y quejas, de tiras y aflojas, y de largas y más largas cambiadas.

Emilio Fernández Fernández, "Milucho, el de Los 4 Gatos" (célebre taberna multiusos de la Rúa Nova) para los pontevedreses de aquella, fue la persona providencial que logró desatascar este endiablado asunto desde su cargo de director general de servicios del Ministerio de Cultura. Algo así como el hombre adecuado en el momento oportuno. Pontevedrés hasta la médula, viajó aquel día a su ciudad en compañía de la subdirectora general de Bibliotecas, Alicia Girón, con la firme intención de resolver aquel problema enquistado.

Durante su periplo por la ciudad, Milucho se hizo acompañar también del director provincial accidental de su departamento, José María Aldamiz, y de los máximos responsables del Archivo Histórico, Pedro López, y de la Biblioteca Pública, Mercedes Alsina. Ambos eran quienes más y mejor conocían sus necesidades respectivas, porque en la Casa de Cultura hacía ya tiempo que no cabía ni un libro ni un legajo más.

La construcción de un edificio a la medida de la Biblioteca Pública en una parte de la gran finca del convento de Santa Clara, que comprarían la Diputación, el Ayuntamiento y la Caja de Ahorros de Pontevedra, resultó la primera alternativa descartada. Luego se quedaron por el camino otras opciones como el palacio de Aranda, la casa de las Pita y el palacete de las Mendoza.

El día que llegó Emilio Fernández a Pontevedra para tomar una decisión al respecto, se encontró sobre la mesa de trabajo con las propuestas siguientes: el palacio de Mugartegui, la huerta del Cura, la casona entre Isabel II y Rúa Alta, un solar detrás del Ayuntamiento entre Bastida y Don Filiberto, y el solar de la calle Alfonso XIII, donde finalmente se construyó el edificio actual.

Claro y franco, Milucho reconoció su preferencia por algún edificio noble del rico patrimonio histórico-artístico local, pero no descartó ninguna opción. Al final de su recorrido no hubo acuerdo, a causa de impedimentos muy variados, pero comprometió una rápida decisión, tal y como así ocurrió finalmente.

El arquitecto del Ministerio de Cultura, Julio Simonet, se encargó de realizar el proyecto de la nueva Biblioteca Pública y cuidó al máximo todos los detalles. El edificio dispuso de 3.300 metros cuadrados distribuidos en cinco plantas, con tres salas de lectura para 200 personas cada una, salón de actos, fonoteca y sala de exposiciones, así como cuatro grandes depósitos con una capacidad total para 280.000 libros. Ahora mismo parece que aún va camino de los 150.000.

El día de la inauguración, el trabajo del arquitecto fue muy alabado por todos los asistentes y el proceso de transferencia de la Biblioteca Pública Antonio Odriozola por parte del Gobierno central al Gobierno autonómico estaba prácticamente ultimado. Su primer director fue Daniel Buján, probablemente el técnico más reputado hoy, que está al frente de la Biblioteca de Galicia en la Ciudad de la Cultura.

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