Alguien que sintió una repentina curiosidad biográfica me preguntó con cuántas mujeres había estado a lo largo de mi vida. Supongo que en su pregunta influyó la evidencia de que yo hable con frecuencia de mujeres en mi columna del periódico. "Estuve con unas cuantas", le dije. Como le parecí poco concreto, insistió en que tratase de recordar nombres y circunstancias. Hice memoria y me salieron doce mujeres de un tirón. "Son más, seguro que son más", insistió. "Podrían ser más, sí, no digo que no, pero no tiene sentido hacer una lista. Mi vida se ha regido por los impulsos, no por el álgebra. Yo no hacía un diario, como José Bono. Eran cosas que ocurrían, hechos sin importancia. No podría decir una cantidad, ¿comprendes?¿Acaso recuerdas tú cuantos helados comiste en tu vida?".

Y aquel tipo me dijo: "Yo no recuerdo cuántos helados comí en mi vida, pero es que los helados no tienen pelos". Su respuesta no fue en absoluto una tontería. Tenía razón. En el fondo yo sabía que hay acontecimientos que se celebran al conmemorar la fecha en la que sucedieron y otros que los recuerdas por el trabajo que te dieron al escupirlos. Desde luego nunca olvidaré que cuando empecé con Carlos Herrera en Radio Nacional, España llevaba una vida francamente disipada y, por la mañana, muy temprano, carraspeaba varias veces y escupía en el retrete aquella tupida saliva en rama antes de intervenir en el programa.

Calculo que en el transcurso de unos años, escupí media docena de veces la barba de Fidel Castro. Fueron aquellos unos formidables días de fantasía, de zozobra y de mujeres. Había en mi biografía más pelos que en docena y media de gatos, casi tantos como en el mejor abrigo de Zsa Zsa Gabor. En una ocasión llevé una americana a limpiar a la tintorería y la dependienta me sugirió que se la encomendase mejor al peluquero. "Vamos, dime, cuántas mujeres fueron", insistió mi acompañante. Le dije que nunca fui muy aficionado a la estadística y que me importaban poco los porcentajes. "Detesto el orden y no hago listas -le dije- y la verdad es que unos nombres los recuerdos y otros los olvidé o jamás los supe. ¿Sabes?, mi vida es más que eso, mucho más".

"He sido para las mujeres tan tenaz como lo son otros hombres para coleccionar sellos. En realidad, el sexo y la filatelia solo son maneras distintas de usar la lengua. ¡Qué importa cuántas mujeres haya habido en mi vida! No soy coleccionista. A veces me enamoro y otras simplemente me encapricho. No digo que no haya aprovechado las ocasiones que tuve, pero he sido muy constante en mi relación con las mujeres. No soy la clase de hombre al que las chicas le hacen cola a los pies de su cama. He tenido que esforzarme mucho y dedicarles miles de horas. En el ambiente cinegético, yo sería la clase de cazador que sale al monte llevando de casa la escopeta, el perro y los conejos", continué.

El tipo no se daba por satisfecho: "Veinte, cincuenta, cien? ¿cien mujeres?". A mí no me importa contar mi vida. Lo hago con gusto y no omito detalles porque tengo de mi pasado una fría visión forense en la que solo de vez en cuando se entromete ese vago remordimiento novelado que ayuda a convertir cualquier culpa en literatura. He confesado tantas cosas malas de mi existencia, que dudo que algún día circule en mi contra un solo rumor con cuya malicia no resulte en realidad favorecido. Lo que peor soporto es que se extienda sobre mi imagen la duda de que no he hecho en mi vida otra cosa que alejarme de una mujer mala por la suerte inmerecida e inmensa de haber dado con otra peor. Por eso quise dejarle la cosas claras a aquel tipo tan numérico: "He deseado a centenares de mujeres y algunas me hicieron caso y me divertí con ellas. Me casé dos veces porque se necesitan demasiados papeles para romper y repetir. Pero en todo ese tiempo escribí miles de columnas en los periódicos, hice centenares de crónicas en la radio, celebré la Navidad en casa, hice un millón de kilómetros en coche; y aunque a veces llegué tarde al cementerio, también estuve bajo la lluvia en el momento enterrar a mis muertos. Las mujeres han sido muy importantes en mi vida, es cierto, pero, ¿sabes?, puedo jurarte que incluso quienes con el tiempo me olvidaron, en el fondo me recuerdan vestido. En realidad mis éxitos con las mujeres se cuentan por fracasos. Con un poco de interés podría hacerte esa jodida relación de la que hablas, pero, joder, amigo, ¿a qué maldito jugador le apetece hacer una lista de los números de la lotería que jamás resultaron premiados?"

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