Ahora que está de actualidad el tema del supuesto claustro románico "descubierto" en Palamós, se me ocurre hablar, una vez más, de otro, el nuestro, el muy abandonado e histórico de San Francisco de Ourense, este sí auténtico y prácticamente completo, verdadera joya artística ourensana labrada a mediados del siglo XIII, sin duda por nuestros canteros, con el más autóctono y rico muestrario vegetal que se pueda uno imaginar.

Esta variada y original decoración, interpretada y plasmada muy fielmente, presenta una variedad de fauna y una flora galaica tan inconfundible, que hace que su visita, además de su vertiente artística, nos depare a todos, y especialmente a los niños, una inesperada y beneficiosa lección de botánica y zoología en un rebuscar e identificar especies. Además veremos desfilar por este vergel pétreo seres fantásticos, obispos, frailes, monstruos, encapuchados, monarcas, nobles, pajes, caballeros, arqueros, maceros, trompeteros, guerreros con yelmo y coraza, y animales como leones, cerdos, gansos, garduñas, gatos, perros, cobras, osos, raposos, lobos, lagartos, caballos, elefantes, dragones con colas vegetales, centauros, grifos, seres cornamentados, con escamas, híbridos de cuerpo alado, etc., etc. En fin, esta riqueza escultórica en gran medida tan enxebremente galaica, es lo que caracteriza, le da más valor y hace tan original nuestra medieval pieza conventual de la arquitectura mendicante, aunque sin llegar a la perfección de otras, como por ejemplo la que presenta lo que queda del claustro de la colegiata del Sar.

Todo ello es más de lamentar, porque con su preconcebido olvido y consciente abandono institucional ya de muchos años, a riesgo de destruirse esta maravilla del románico, está mostrando bochornosamente durante estos años la dejadez, la ignorancia y el menosprecio cultural de un país, que no merece tener en el cargo a los dirigentes y responsables más directos de su custodia, por su incapacidad manifiesta para proteger nuestro patrimonio.

Por otra parte, no deja de ser lamentable el "éxodo" al que se vio forzado parte del antiguo complejo conventual en su día, con la decisión "política e interesada" de los dos máximos estamentos dirigentes de la ciudad, recabando para su justificación informes de los más variados estudiosos, e incluso con la solicitada y obtenida aquiescencia de algunos prohombres de la cultura de la ciudad. El claustro quedó así aislado, desnudo de su razón de ser, porque, además, las estancias conventuales fueron mutiladas o transformadas en residencias cuarteleras. A pesar de que el traslado del templo -al Parque de San Lázaro -fue muy alabado por la estudiada opinión de su tiempo, lo cierto es que fue una barbaridad, y la iglesia más que desmontada fue arrancada de su lugar original. Todavía se pueden ver por encima de los muros del cementerio, partes importantes de sus muros laterales, ventanales, arcosolios y otros elementos de mérito allí dejados. Curiosamente, quizá para evitar problemas, solo declararon Monumento Histórico Artístico el claustro.

Se tiene hablado de la deseada reposición del templo a su lugar original, con motivo de una operación económica beneficiosa para ambas partes interesadas, pero no hemos vuelto a saber nada del asunto. En cualquier caso, ello tampoco sería factible ya, dado que el aprovechamiento masivo y agobiante del antiguo Campo de Aragón, un verdadero desaguisado constructivo, ya no dejó espacio para situar la iglesia en su anterior ubicación.

Esta estratégica y dominante atalaya de la ciudad, que era lo mejor que tenía tanto el convento como después el cuartel del ejército allí ubicado, sobre todo para ver el sector viejo de la ciudad, perdió todo su valor desde el momento que se permitió construir las pantallas del Colegio de las Carmelitas y la de las otras edificaciones que se les puso delante, así como la total destrucción de la rúa de la Estrella, en pleno sector viejo de respeto, que sin duda era la más típica y hermosa que recordamos del barrio viejo, plasmada en un precioso grabado por Julio Prieto Nespereira.

Pero volvamos al claustro. Aunque ya lo habíamos estudiado y publicado hace años, además de los temas vegetales y zoológicos citados, que ocupan la mayor parte del programa decorativo desarrollado en sus arcadas y capiteles, en este momento queremos destacar sobre todo dos meritorias e interesantes piezas iconográficas: un capitel, quizá de los más antiguos de todo el claustro, y una columna situada en el ángulo interior N.O., con la imagen adosada de un Santiago peregrino que porta el libro de las Epístolas y el bordón en forma de tau, y que pasa muy desapercibida para una mayoría de los caminantes jacobeos que nos visitan. Podríamos referirnos a otras maravillas iconográficas que contiene igualmente interesantes, pero como muestra de su indudable valor artístico baste la presente.

En el citado capitel, perteneciente a las arcadas de su desaparecido lavatorium, se representa una Anunciación con personajes frontales, hieráticos y sobrios pero cargados de encantador ingenuísmo, que por nuestra parte nos reafirmamos en fechar sin duda alguna, como la mayor parte del conjunto claustral, y a pesar de lo que se ha llegado a decir en contra, a mediados del siglo XIII; es un tema escultórico omnipresente en el llamado Románico de transición, y sobre todo en el gótico, que ha sido bien estudiado, entre otros, por el desaparecido arqueólogo e investigador luso Carlos Alberto Ferreira de Almeida.