El Ateneo de Pontevedra fue un soplo de aire fresco que revolucionó la vida cultural de esta ciudad a mediados de los años 60. Solo una conjunción insólita de personas y de circunstancias que se produjeron en un mismo lugar y al mismo tiempo hizo posible su creación casi milagrosa.

El Ateneo germinó entre el 25 de octubre de 1965, fecha de constitución de su comisión gestora, y el 18 de noviembre de 1966, fecha de elección de su primera junta directiva. Ese año largo de etapa constituyente resultó imprescindible para dar forma al proyecto, captar una potente masa social y cumplimentar su legalización administrativa.

Los veintiún miembros de su comisión gestora formaron una admirable plata-junta democrática, que cubría un amplio espectro ideológico. Desde la fidelidad incuestionable al Régimen, hasta la simpatía no disimulada por el marxismo, pasando por la democracia cristiana. Todos sus miembros fueron capaces de confluir en un Ateneo de todos y para todos, como casa común "para la libertad de discusión e independencia de criterio".

Curiosamente más de un tercio de ese grupo fundador eran catedráticos de los dos institutos (masculino y femenino) que había en la ciudad: José Ramón Alonso Rubiera, Pablo Carpintero Organero, José Filgueira Valverde, Marcelino Jiménez Jiménez, Isidoro Millán González-Pardo, Esteban Rodríguez Salazar, Manuel Sánchez Méndez y Gonzalo Torrente Ballester. Éste último fue el redactor del manifiesto de presentación ante la ciudadanía, y no paró de incentivar su actividad hasta su marcha a Estados Unidos pocos meses después. Y en este grupo se encuadraba también Federico Cifuentes Pérez, inspector de 1ª Enseñanza.

El grupo de profesionales integraba a los abogados Gonzalo Adrio Barreiro y Manuel Suárez Santiso; los médicos Juan José Barbolla Abión y Bernardo Salom de la Hoz, el notario Alfonso Zulueta de Haz y el arquitecto Alfonso Barreiro Buján. Y como artistas y funcionarios estaban Manuel Cuña Novás, Luciano del Río Besada, Agustín Portela Paz, Antonio Odriozola Prietas y Juan Manuel Lazcano Castedo, junto al inevitable Eduardo López Merino, delegado provincial de Información y Turismo.

La sumisión que el Ateneo pactó con el Ministerio de Información y Turismo fue más aparente que real. Casi siempre se salió con la suya, puesto que lidió con habilidad y soltura a la autoridad gubernativa, que hizo la vista gorda en no pocas ocasiones.

La mayor parte de sus socios salieron del Cine-Club de Pontevedra, que había nacido diez años antes y se reveló como un cooperador necesario. El caldo de cultivo de aquellos ateneístas fueron unos cinéfilos empedernidos, que ampliaron cuanto pudieron sus cauces participativos.

No hubo intelectual o figura destacada de aquel tiempo en el ámbito cultural español que no aceptara una invitación para hablar en el Ateneo de Pontevedra. Su prestigio fue enorme, y su local social fue un punto de encuentro, acogedor y fructífero para quienes fuimos sus privilegiados socios juveniles.

A lo largo de la década de los 70, el Ateneo hizo su particular travesía del desierto, con el inolvidable Juan Vidal Fraga (que a todos nos enseñó a jugar al ajedrez) convertido en su particular Moisés. Durante doce largos años permaneció al frente de una entidad casi sin actividad para evitar su muerte por inanición hasta que, al fin, entregó el relevo en la presidencia al doctor Jesús Díaz Bustelo en 1982. Sus casi 200.000 pesetas de superávit resultaron providenciales para el relanzamiento de la institución.

Entonces surgió un Ateneo más minoritario, que es el que ahora subsiste con mucho entusiasmo. De Antón Louro a Jaime Domínguez, pasando por Carlota Román, todos sus presidentes se esforzaron al máximo por mantener la llama de sus inolvidables fundadores.

El meollo

La prolongación del paseo a Placeres

? No seré yo quien le recuerde a nuestro concejal de infraestructuras, Cesáreo Mosquera, que en estos tiempos que corren hay que contar hasta cien antes de contratar una obra pública. Tanto sabe de este negocio, que se dedica a rondar a las demás administraciones para que acometan en Pontevedra algunos proyectos de patente inequívocamente municipal. Desde luego, no es normal que Mosquera Lorenzo corteje a Ana Pastor, ante el estupor de su socio, Antón Louro. Todo sea por la deseada ampliación del paseo marítimo hasta Placeres, por ejemplo. El meollo de la cuestión está en discernir si estamos ante una obra prioritaria, o si se trata de un proyecto que aún puede esperar.

Deber de priorizar las obras municipales

? El concejal de urbanismo, Antón Louro, también ha sorprendido al vecindario con su propuesta de supresión de medio centenar de aparcamientos gratuitos en Campolongo. No obstante, tanto en este caso como en la propuesta de Mosquera, se trata de esbozar proyectos, cuya ejecución está en el aire. De momento, Campo da Torre y Santa Clara son las obras que Louro considera prioritarias y, por tanto, de ejecución inmediata con la aquiescencia vecinal. El meollo de la cuestión está en justificar la imperiosa necesidad de esa actuación en la calle Augusto García Sánchez o si, por el contrario, puede esperar a una coyuntura más favorable.

Atención y cuidado al patrimonio municipal

? El BNG está tan identificado con el poder local, que ya le incomoda cualquier requerimiento de la oposición, por nimio o inocente que sea. Esto acaba de visualizarse con la última pregunta del PP sobre la custodia de elementos urbanos retirados de plazas y calles en distintas reformas. Raimundo González ha puesto el grito en el cielo, dando por contestada esa pregunta hace diez años, cosa que no es cierta en absoluto, tal y como ha puntualizado Jacobo Moreira. El meollo de la cuestión está en saber si González Carballo cree que el patrimonio municipal es suyo o del BNG, que tanto monta, y puede permanecer como si tal cosa diez años en la finca de un constructor.

Zulueta presidió la primera directiva

El notario Alfonso Zulueta de Haz, quien goza de buena salud para contarlo, fue el primer presidente del Ateneo. Su elección se produjo en una junta general el 18 de noviembre de 1966. El resto de la directiva se compuso del modo siguiente:

Vicepresidente, Isidoro Millán González-Pardo (catedrático). Secretario, Juan Manuel Lazcano Castelo (funcionario de Hacienda). Tesorero, Claudio Castro Paradela (funcionario de Hacienda). Y vocales: Marcelino Jiménez Jiménez (catedrático); Agustín Portela Paz (dibujante y aparejador); Manuel Cuña Novás (periodista y poeta), y Luís Tilve Santos (profesor). El delegado provincial de Información y Turismo, Eduardo López Merido, era vocal nato por imposición gubernativa.

Esta directiva contaba con cuatro secciones temáticas, a cuyo frente estuvieron Luciano del Río (profesor), Juan José Barbolla (médico), Manuel Sánchez (catedrático) y Antonio Odriozola (bibliotecario). Estas secciones se encargaron de programar las conferencias y los ciclos que prestigiaron el Ateneo.

La sede social en General Mola

La disponibilidad exclusiva de unas instalaciones apropiadas para desarrollar sus actividades resultó un factor determinante en el nacimiento y desarrollo del Ateneo.

Su generosa cesión se produjo por mediación de aquel listísimo pontevedrés que fue Pío Cabanillas Gallas, entonces subsecretario de Información y Turismo con Fraga. Él conocía bien a los promotores de la entidad y dio alas a su acariciado proyecto, dentro de la política de apertura que preconizaba en pleno régimen franquista.

El propio Cabanillas presidió el 12 de octubre del año 1966 la inauguración a bombo y platillo de las modernas dependencias de su ministerio en esta capital, que ocuparon un nuevo edificio en el número 1 de la calle General Mola.

Allí se ubicaron su delegación provincial y una oficina de información. Y aquel día se anunció la cesión de una planta al Ateneo, cuando aún faltaban dos semanas para la constitución de su comisión gestora, amén del local habilitado para conferencias y exposiciones, en el bajo que hacía esquina con la calle Michelena.

De Carlos Marx a Juan XXIII

Vintila Horia protagonizó el 18 de noviembre de 1965 la sesión inaugural del Ateneo, con una conferencia titulada "Lo sagrado y lo profano en la novela contemporánea". Torrente Ballester hizo una elogiosa presentación del novelista rumano como intelectual europeo de primera línea.

Los ciclos programados a partir de entonces sorprenden hoy, tanto por su rigor y profundidad, como por su atrevimiento. "Cien años de ideas sociales: de Carlos Marx a Juan XXIII" fue inaugurado por el jesuita Jesús Aguirre, y contó con la participación del filósofo y ensayista Manuel Sacristán Luzón, reconocido comunista.

Otra serie de conferencias que tuvo un gran predicamento giró en torno a las ideas del teólogo progresista francés Teilhard de Chardin. Y más tarde se programó un ciclo sobre "El espíritu del pueblo español: carácter y destino de una comunidad", que trajo a Pontevedra a Julio Caro Baroja, Julián Marías, Joaquín Ruíz Giménez y José Luís López Aranguren, el no va más de la intelectualidad de la época.