Cada uno juzga la vida según sus propias experiencias. Las mías me dicen que no hay un solo éxito que no sea el momento agradable que precede a un fracaso inminente, ni una sensación de felicidad en la que no podamos intuir la amargura irremediable de lo que vendrá luego. Me refiero a la sensación que siente el atleta instantes después de haber entrado triunfador en la meta, cuando descubre que la gloria dura menos que el aroma del laurel y no será nadie hasta que sobresalga de nuevo en la próxima carrera. Es como cuando al final de la batalla los vencedores se dan cuenta de que nada mas acabar los breves fastos de la victoria habrán de echar mano de la pala para enterrar a sus muertos.

A veces uno celebra con un numeroso grupo de personas un trabajo que le dicen que está bien hecho, recibe los abrazos y los parabienes, disfruta de ese instante de luz y prestigio, hasta que pasa sin remedio el tiempo, la velada languidece y al final te encuentras solo y con el camarero esperando fuera de hora a que saldes cuanto antes la abultada factura del bar. El lugar de las risas de las mujeres lo ocupa ahora el ruido de la cisterna del retrete y comprendes que tu éxito no habría sido el mismo sin el apoyo logístico de los exquisitos canapés. Si eres vanidoso o idiota puede que hayas tenido la tentación de sentirte un dios, pero eso se te pasa tan pronto cuando, en un golpe de cruda realidad, se te acerca el dueño del local y te pone los pies en el suelo: "Esa misma gente estuvo aquí la semana pasada agasajando a un pintor cuyos pinceles pudren el lienzo. Por mucho que esa gente diga que les mueve el arte, yo sé que lo que de verdad le atrae es la comida. Yo no sé como le han dejado a usted de satisfecho todo lo que le hayan dicho; no es cosa mía. Pero le diré algo, amigo: A usted al final le han dejado solo y a mí me han atascado el retrete". No dije nada. ¿Qué podría objetar? Sus argumentos me parecieron aplastantes. Saldé la cuenta y salí a la calle. Era muy tarde y llovía. Una muchacha con muy mal aspecto cruzó la calle hacia mí. Estaba empapada. Me rogó que le regalase el libro que llevaba en la mano. "¿De donde coño sales a estas horas tan mojada?", le pregunté. Me contestó que llevaba toda la noche soportando el aguacero mientras esperaba mi salida. "No me atreví a entrar. Me gusta leer, ¿sabes usted?, pero me dijeron que ahí daban comida y yo domino el hambre porque no tengo muelas. Soy un desastre. Como tengo pesadillas, a veces aprovecho la lluvia para mantenerme despierta. ¿Tengo mal aspecto, verdad? Creo que no me parezco a nadie que no lleve varios años muerto. Ya ni siquiera me importa como soy. Vivo en un caseto en el que ni siquiera está en su sitio el suelo y por las mañanas me miro en un espejo roto. Soy una mancha en la mierda, lo sé. Tampoco tengo dinero para comprar ese libro. ¿Me lo regalará?"… Y le regalé el libro. Y la subí a mi coche. Dimos unas cuantas vueltas por las calles vacías. Luego abrió un bar y desayunamos juntos. Me preguntó que tal me había ido en el acto al que ella no se había atrevido a entrar. Fui sincero: "Mucha gente, buen apetito y pocos recuerdos. Ya sabes como son estas cosas: la gente aprovecha para comer sin hambre y atascar el retrete. Con la risa, a las señoras de sesenta años le baja la regla... Si hubieses venido, con tus propios ojos verías que a veces un éxito solo es un fracaso por todo lo alto". Sus manos habían mojado el libro. Dijo que tenía que irse y que ya nos veríamos "por ahí". Al ir a pagar la cuenta, el camarero me dijo que se había adelantado "la que estaba con usted, esa chica que huele a leña mojada. Para completar el importe me dejó en prenda un anillo de latón. Dijo que era lo único que sabía de su madre".

No quiso que la llevase a casa. Y se fue calle abajo, como un sorbo de saliva arrastrado por la lluvia, sucia y sincera, apaleada por las palmadas sordas de sus pisadas de lodo. Y yo me confirmé en la idea de que el éxito solo es algo que te ocurre en un momento de tu vida en el que no eres lo bastante valiente para plantarle cara y evitarlo.

jose.luis.alvite@hotmail.es