A la memoria de Xan Bouzada

El 17/02/2012 los profesores Pedro Schwartz, Francisco Cabrillo y Juan Castañeda publicaban en Expansión el artículo "Hay salida para Grecia…y Europa" sintetizando, esencialmente, ideas ya muy manoseadas relativas a una moneda paralela. No es que el estudio de la implementación y circulación de monedas paralelas o complementarias sea tan novedoso que no se puedan encontrar múltiples ejemplos históricos de ello pero sí es reciente la búsqueda de su aplicación al caso de los países más fragilizados de la eurozona. Yo mismo publiqué un artículo proponiendo una moneda paralela electrónica ("Para salir de las crisis sin salir del euro: España debe emitir europesetas (electrónicas)" Faro de Vigo, 27/11/2011) centrado en el caso español que, sobra decir, es el que más me interesa.

La polémica. El profesor Schwartz y los otros proponentes explicaban que se habían presentado a un premio convocado por Lord Wolfson destinado a quien aportara la mejor solución para mantener a los griegos en el euro. Y añadían: "(1) Grecia no debe salir del euro; 2) Grecia tiene que volver a la dracma y devaluarla al menos en un 50%" (.)…hemos sacado la conclusión de que es posible la circulación paralela y en competencia de dos monedas en un país si el cambio entre las dos fluctúa libremente. En este caso, los costes de producción en Grecia se cifrarían en dracmas devaluadas, lo que reanimaría las exportaciones."

Como perla flotando en el cacao mental –enlazar dos monedas oficiales en circulación paralela pero con costes cifrados solamente en una de ellas, dracmas devaluadas– hacía tiempo que no la veía tan gorda.

Al día siguiente (18/02) de haber leído tal cúmulo de contradicciones, nada originales, envié a uno de los arriba firmantes el siguiente mensaje electrónico: "Sr. Castañeda, permítame que le diga que el artículo publicado en trinomio por usted y otros dos articulistas en Expansión es un plagio descarado de otro mío reseñado por Manuel Conthe en el mismo periódico. Lo único que han hecho ustedes es substituir España por Grecia y añadir algunos elementos más, vampirizados a los artículos de James y Goodhart. Añadiré para su vergüenza, si la tienen, que la propuesta es un desatino completo habida cuenta que conduce a un sistema dual de precios".

Por su parte, anteponiendo la verdad a otras consideraciones, Manuel Conthe extendía en su blog de Expansión (18/02) una "sábana" dedica al tema ("Una propuesta draCmática" http://www.expansion.com /blogs/conthe/2012/02/18/una-propuesta-dracmatica.html) manifestando justificada sorpresa ante la pretensión de Schwartz y alii de considerar "su" propuesta como original: "Salvo que yo esté equivocado, la propuesta de Schwartz, Cabrillo y Castañeda es prácticamente idéntica a la que propuso en noviembre el economista americano Harold James, como expuse en "Monedas paralelas". Por eso me sorprende que, según afirman, la hayan presentado como original al concurso de ideas convocado, al parecer, por Lord Wolfson. La propuesta guarda también relación con la que hizo en el Financial Times Charles Goodhart y con la de la "europeseta electrónica" que hizo en el "Faro de Vigo" Juan Calaza, que también expuse en "Monedas paralelas".

Del plagio a la mentira. A pesar de que, aunque cabreado, había advertido al profesor Castañeda de la perversidad económica de intentar implementar una moneda cuyo diseño llevaba a un sistema dual de precios, la respuesta de Schwartz y alii no tardó en llegar ("El aplauso de los plagiados" Expansión 22/02/2012) como compendio de suficiencia, arrogancia y soberbia tales que, me temo, solo va a ser superada por esta mía toda vez que lo que merecen esos señores no es un premio sino unas buenas lecciones. Se las voy a dar.

Los términos de la réplica en Expansión fueron de este tenor: "Nuestro artículo del viernes pasado sobre un posible modo de dar salida a la situación de Grecia ha tenido mucha repercusión (.) Incluso hay quien ha querido vestirse con nuestras ropas, tras acusarnos de "plagio descarado". Lamentan, sin duda, no haber dicho ellos lo que nosotros hemos dicho antes." Y muy animados, tomando carrerilla, Schwartz y alii continúan "Un señor de Vigo nos acusa de haber plagiado un artículo suyo de 2011. Nuestro buen amigo Manuel Conthe dice haberlo recogido en su blog, y también se declara perplejo porque los autores no hayan dado "referencia alguna a los muchos antecedentes de "su" idea". (.) Es mala suerte que no tengamos la costumbre de leer el blog de Conthe con la suficiente asiduidad ni tampoco el dignísimo diario Faro de Vigo, donde aparecieron en 2011 las referencias que hemos aprovechado en secreto o los textos que dicen que hemos plagiado ladinamente."

Queda claro que el plagio va acompañado además de la mentira. Porque aun siendo posible que no conociesen mi artículo –me sorprendería, al haber circulado en medios académicos próximos a Schwartz y alii– no dije en parte alguna que las referencias plagiadas aparecieran en mi propuesta sino que me habían plagiado parcialmente pero sobre todo, recalca Conthe, a Harold James ("Euro crisis can be fixed with a two-currency system", Firstpost) y a Charles Goodhart y Dimitros Tsomocos ("The Californian solution to the Club Med", Financial Times) ¿Tampoco conocían estos artículos? ¿Con esos mimbres han hecho la canasta en la que esperan recoger el premio Wolfson? Para empeorar las cosas, ni el artículo de James ni el de Goodhart y Tsomocos valen tres pimientos y en consecuencia el de Schwartz y alii tampoco.

Primera lección: el affaire Bouzada. Sorprende, de entrada, que hayamos vuelto a épocas de precedencia por orden de edad, dignidad o gobierno ¿Qué significa si no que el trinomio lo encabece, por riguroso orden alfabético, Schwartz? ¿Acaso los coautores, Cabrillo y Castañeda, son unos indocumentados que van de comparsas o portamaletas adjuntos? Por oposición, los lectores de este periódico saben que mis artículos con De la Dehesa, que me supera en edad y conocimientos, los firmamos por preceptivo orden alfabético. Siempre ha sido así en todas mis publicaciones compartidas excepto en una ocasión con Babusiaux y Lantz, a pesar de ser catedráticos de econometría, porque mi contribución había sido mucho más importante en la elaboración del artículo y los coautores lo entendieron.

La sorpresa, no obstante, en lo que me concierne se mitiga pues tengo cierta experiencia de cómo se las gasta el señor Schwartz en lo tocante a disparar con pólvora ajena. Quiere decirse, su instinto predatorio –seguramente justificado teóricamente por selectas lecturas de darwinismo social al que adhieren, ay, los ultraliberales y otros neocons– se complace en tomar prestado sin rubor ya sea el esfuerzo de portamaletas adjuntos, ideas de otros, traducciones, búsquedas de financiación o lo que haga falta.

Principiando los años ochenta del pasado siglo conocí al señor Schwartz por un amigo común y sabedor de sus inclinaciones ideológicas –atrás quedaba la época de fervor socialdemócrata y la magnífica biografía de Stuart Mill– le regalé "L´unité monétaire au profit de qui?" (Economica, 1980) de la autoría de Pascal Salin, economista francés seguidor a ultranza de Hayek. Creo recordar que el libro trataba de la competencia entre monedas, emisión a cargo de instituciones financieras privadas y melonadas parecidas. El señor Schwartz me pidió que lo tradujera pero yo carecía de tiempo para ello y se lo encomendé a mi joven amigo el sociólogo Xan Bouzada –fallecido hace unos años– que había estudiado en Toulouse. Xan pasó todo el mes de agosto batallando con la traducción no por dinero sino porque deseaba constituirse un currículo empezando porque su nombre figurara en algún libro, incluso de modesto traductor. Le pagué el trabajo a precio de amigo esperando reembolsarme y compensarle si hubiera alguna diferencia a su favor. El libro salió publicado sin el nombre de Xan Bouzada. Al parecer el equipo del señor Schwartz lo olvidó. Y de pagar también. Lo sentí por Xan a quien yo quería casi como un hijo espiritual y decidí desentenderme para siempre del señor Schwartz. Mi revancha llegó inesperadamente un par de años después, el día que su secretaría me llamó para que contactara a Florin Aftalion a fin de solicitar financiación –por conferencias y esas cosas– para turistear un par de semanas en París. La respuesta, ya se lo imaginan, fue la propia de un señor de Vigo. Que yo no era el delegado de Schwartz en París y que si quería financiación, es decir, dinero, lo menos que podía hacer era dejar de lado maneras tan desenvueltas y telefonearme él personalmente. Para portamaletas, otros.

Segunda lección: a algunos economistas les falta un hervor. Años después (1994), coincidimos en un libro ("España y la unificación monetaria europea: una reflexión crítica") editado por un notable macroeconomista financiero, Ramón Febrero, en el que yo colaboraba con un capítulo, "La Unión Monetaria Europea: voluntarismo e incoherencia", y el señor Schwartz con otro. Leyendo su contribución me di cuenta que le faltaban un par de hervores como economista, se había quedado en Hayek y poco más. Sin embargo, ya por entonces, Krugman-De la Dehesa, por un lado, y yo, por otro, utilizábamos los modelos de crecimiento endógeno, y la problemática general que suscitaban los rendimientos crecientes, para prevenir del peligro de concentración de actividades en el núcleo duro de Europa, la Hot Banana, y de la irreversibilidad de una unión monetaria dado que las barreras a la salida eran prácticamente infranqueables en términos de costes. Josep Borrell, que había contribuido a la elaboración del Informe Padoa-Schioppa, también defendía la misma línea hasta que los imperativos políticos, supongo, lo hicieron tomar otro derrotero más favorable al euro.

A pesar de estos precedentes siempre leí con gusto al señor Schwartz –y también al señor Cabrillo– especialmente en sus aportaciones periodísticas y tomas de posición respecto al euro: lo tuvo claro desde el principio. Como también ha visto lúcidamente la necesidad en este momento de una moneda paralela. Ahora bien, lo ve claro pero lo argumenta oscuro: su propuesta de moneda paralela ni es original ni es la buena.

Lección tercera: las evidencias. La propuesta de Schwartz y alii avanza que las dracmas, o la moneda paralela, no mantendría un tipo de cambio fijo respecto al euro sino que, después de una primera devaluación que estiman del 50%, flotaría libremente con lo cual Grecia ganaría competitividad internacional. Según los proponentes, al hacer flotar la nueva moneda respecto al euro –y, por arbitraje, respecto a terceras monedas, añado yo– el tipo de cambio variable daría como resultado una caída de precios y salarios al expresar el contravalor de las dracmas en euros.

Tengo para mí que semejante propuesta carece de la mínima capacidad predictiva ajustada a la realidad. La introducción de una moneda paralela al euro –dígalo James o su porquero– a la que se dejara flotar libremente crearía de inmediato un sistema de precios dual: en euros y en la moneda paralela. Como sucede con la gasolina, se produciría un baile diario de precios y el invivible desbarajuste llevaría, efecto flight to quality, a retener la moneda que preservara mejor el poder adquisitivo y la riqueza, el euro, dejando en circulación la menos prestigiosa y consolidada, en consonancia con la ley de Gresham. Por otra parte, la moneda paralela de James/Schwartz y alii rompe una regla mayor del nacimiento del euro: evitar las devaluaciones competitivas (que equivalen a exportar paro al vecino). Otra cosa es introducir una preferencia por el consumo nacional dificultando las importaciones superfluas o gastos suntuarios en el extranjero como hice yo al diseñar una moneda complementaria cerrada, las europesetas electrónicas, sin circulación material, que solo correspondería al euro, ni cambio exterior ni interior y paridad 1:1 en tanto unidad de cuenta. Para mayor inri, con una moneda paralela de cotización cambiaria deslizante a la baja se suprimiría uno de los grandes logros del euro: la eliminación de los costes de transacción. Habría que soportar de nuevo comisiones de cambio y cubrir las variaciones –respecto al euro– de transacciones importantes con seguros eficaces pero caros. Además, como no hay razón alguna para que las monedas paralelas se implementen solamente en el caso de Grecia –hay al menos en la eurozona siete países que las necesitan- los arbitrajes cruzados de cambio no se limitarían a un solo país.

Pero por encima de todo ello, la introducción de una moneda paralela al euro y tipo de cambio flotante no puede conseguir la ansiada deflación de precios y salarios, que eventualmente harían más competitiva la economía griega, si previamente no se retira el euro de la circulación. En fin, peor el remedio que la enfermedad.

Lección cuarta: algo de aritmética. En mis tiempos de estudiante a los economistas se les exigía saber álgebra, pero parece que ahora ya no se requieren ni elementales conocimientos de aritmética, por no hablar del efecto Balassa-Samuelson. Puestas así las cosas, como lo de la moneda paralela algunos no lo entienden bien voy hacerles un dibujito.

Si Grecia no perteneciera actualmente a la zona euro y los precios interiores estuvieran en este momento denominados solamente en dracmas, si la dracma tuviera paridad 1:1 con el euro, en el tiempo T, y en T+1 se devaluara el 50% respecto al euro, esto es paridad 1:2, entonces un bien o servicio que costase 2 dracmas –y por tanto 2 euros en la antigua paridad en T– pasaría a costar 1 euro en convertibilidad externa, después de la devaluación, guardando su precio de 2 dracmas puesto que los precios interiores se denominarían solo en dracmas. Pero si un bien o servicio está denominado en euros, como ahora, y cuesta 2 euros o 2 dracmas, en T, paridad 1:1, después de la devaluación, T+1, seguiría costando 2 euros o 4 dracmas. Ningún empresario bajará el precio en euros, a 1, para mantener el precio en dracmas devaluados, en 2, sino que mantendrá el precio en euros, 2, para aumentarlo en dracmas, 4. La única solución en aras de mantener la ilusión monetaria sería suprimir el sistema de precios en euros, retirarlos de la circulación, y dejar solo dracmas, lo cual sería tanto como salir del euro.

Es evidente que Schwartz y alii no aciertan a tenor de lo que escriben para cimentar su propuesta: "Basta con ver las imágenes de las revueltas callejeras de Atenas para saber que los griegos no parecen dispuestos a lo que llamamos una ´devaluación interna´, a una reducción de costes y cambio de actividad para ganarse la vida en los mercados mundiales. Dada esa resistencia, la única otra solución sería una devaluación externa, pues parece que los pueblos se resignan con más facilidad a la necesaria reducción de salarios y de riqueza cuando se realiza a través de la depreciación de la moneda".

¿Seguro? Pues no. Si un trabajador griego gana actualmente 1.000 euros e introducimos dracmas paralelas –y paralelas significa paralelas, no significa sustitutivas– en la paridad 1:2, el trabajador seguirá ganando 1.000 euros/2.000 dracmas. No pasará a ganar 500 euros/1000 dracmas. No veo de dónde sacan James/Schwartz y alii que los precios y salarios iban a disminuir con la moneda paralela de paridad volátil y el euro circulando al mismo tiempo.

Por el contrario, se produciría paulatinamente aumento de precios en euros –por las importaciones sometidas al precio del mercado internacional– y tendencia a la inflación rampante en dracmas o en cualquier otra moneda paralela de horizonte cambiario a la baja (incluso sin aumentar su masa monetaria por simple aumento de velocidad de circulación de una moneda que quemaría en las manos como consecuencia del efecto flight to quality y acaparamiento de euros) además de otros problemas gordos que generan los sistemas duales de precios. La única solución viable –si no se desea salir del euro– es paridad 1:1 entre el euro y una unidad de cuenta paralela y cerrada, emitida por el BCE o el Banco de España, sin ningún tipo de cambio con ninguna otra moneda, con el euro como única moneda en circulación y unidad de fijación de precios.

Y es que, si bien se mira, la propuesta de James/Schwartz y alii supone una de las mayores falacias económicas que me he echado a la cara. Analíticamente equivale a introducir, en Grecia o en cualquier otro país de la eurozona, el renminbi chino como moneda de curso legal, en paridad 1:1 con el euro, y al día siguiente dejar flotar ambas monedas en el mercado cambiario internacional fijando los salarios griegos en renminbis. Si James/Schwartz y alii quieren competitividad ahí tienen competitividad. Mientras tanto, los trabajadores mirando para Ferrol.

*Economista y matemático