Para ser tratada por los microprocesadores, fundamento de la potencia y abaratamiento de la informática, la información debe codificarse numéricamente (los famosos bits en series de octetos). Este proceso, llamado digitalización, permite una visible convergencia en los sectores de la informática, de las telecomunicaciones y de la electrónica de uso corriente. Si es aún prematuro identificar los límites y consecuencias precisas de la evolución tecnológica en curso, los impactos visibles, ya desde ahora constatables, no dejan lugar a dudas al comprobar como la informática y las tecnologías numéricas/digitalizadas se inmiscuyen de forma extensiva e intensiva en las actividades humanas. Incluso el cálculo científico de alto rendimiento (HPC, por sus siglas en inglés High-Performance Computing) aunque refugiado en los laboratorios de la ciencia aplicada (nuevos materiales, medicamentos, finanzas, genómica, combustibles, climatología, aerodinámica de aviones, automóviles y barcos, etc.) está presente en nuestra vida cotidiana gracias a las supercalculadoras que realizan en dos días cálculos que llevarían 150 años a un ordenador de despacho. Una mirada hacia atrás, simplemente quince años atrás, muestra la amplitud del campo concernido y nos deja perplejos en cuanto a lo que el porvenir nos reserva. Entretanto, nuestra civilización se enfrenta a desafíos de nuevo cuño, ligados simultáneamente a la omnipresencia de la tecnología numérica, a la universalidad del acceso a la información y a un espacio-tiempo, en sentido metafórico, globalizado por las telecomunicaciones que conlleva asimismo el deslastre y deslocalización de actividades de vieja raigambre industrial como la pesca, la automoción o los astilleros.

Fracturas históricas y progreso técnico

Por otra parte, la adaptación a un entorno tan cambiante exige desembarazarse de tópicos que han arraigado entre nosotros con rango de ley. Verbigracia, no creo exagerar si afirmo que la mayoría de los docentes de historia o sociología inculcan al alumnado en agraz –intelectualmente desprotegido– la discutible opinión que la lucha de las sufragistas por mejorar la situación de la mujer en la sociedad ha redundado en las altas cotas de independencia e igualdad de la que gozan hoy. Y aunque sufragistas y otros movimientos feministas han puesto, qué duda cabe, su granito de arena en los cimientos asentados para la liberación de la mujer las paladas de cemento las suministró el progreso técnico. A las mujeres, como a la humanidad en general, no las liberaron los buenos sentimientos ni las revoluciones ni el pataleo militante sino el progreso técnico. Ni siquiera la filosofía política progresista mal que le pese a los admiradores de Victoria Kent, irreductible opositora a que las mujeres disfrutaran del derecho –hoy tan evidente– al sufragio.

Los cambios en la forma de vivir, esto es, de actuar, que trajeron a partir de mediados del pasado siglo una serie de innovaciones técnicas cristalizadas en anticonceptivos, productos de higiene femenina íntima, olla a presión, electricidad, gas y agua corriente a domicilio, lavadora, comida precocinada, automóvil, nevera, comercio concentrado, aspiradora y un largo rosario de robots domésticos que permitieron a las mujeres disponer de más tiempo libre –a la par que se desprendían de los imperativos de su propia naturaleza fisiológicamente y profesionalmente más limitativos– constituyeron el sólido zócalo en que se apoyó el despegue social de lo que Simone de Beauvoir llamó "le deuxième sexe". Ideología feminista radical, políticas de discriminación positiva y leyes de género vinieron después.

Más generalmente, las grandes fracturas históricas han sido causadas siempre por la aparición de nuevas tecnologías; arado y carro para la revolución agrícola; imprenta, motor de explosión, electricidad y vectores de transporte para la revolución industrial. Cada una produjo su propia organización social y política; servidumbre, feudalismo, monarquía absolutista en el primer caso; comunismo y democracia representativa en el segundo. Ciertamente, las configuraciones sociales y políticas nunca se dan en estado puro sino que en su forma dominante se engarzan, injertan y entreveran elementos de otras pero lo esencial de cada época es fácilmente resaltable. Además, sobra decir, partiendo de una misma base técnica, no todas las sociedades aprovechan con igual eficacia los recursos de los que disponen, como mostró Weber, comparando la mentalidad protestante a la católica, en su análisis del capitalismo, o Marx en su estudio de los modos de producción.

Las tres –quizás cuatro– grandes revoluciones tecnológicas

La última fractura tecnológica impulsada por la digitalización de la información incide en su tratamiento y conservación al tiempo que modifica el funcionamiento de las organizaciones y de la sociedad en su conjunto. Aunque no sea la única innovación técnica de los últimos años, se manifiesta como particularmente importante en la medida que atañe al procesamiento de la información y por tanto de los conocimientos. Empero, la difusión de las tecnologías de la información y la comunicación no incrementan por sí mismas la productividad como puso de manifiesto la paradoja de Solow. El impacto más bien incide en los mecanismos de generación del saber, lo que permite presagiar que la revolución informacional será fuente de innovación futura. Por ejemplo, los progresos de la ingeniería biológica -que corresponde de facto a una cuarta revolución tecnológica, la genómica- e incluso, si bien en menor grado, de la naciente biología sintética no hubieran podido llevarse a buen término sin las capacidades de computación de las supercalculadoras o de los "computer clusters" que han alentado los ámbitos de investigación correspondientes a la ingeniería asistida por ordenador, el modelado molecular, análisis del genoma y modelización numérica.

Resulta pues que la primera gran revolución tecnológica se centró en controlar la materia que alimenta al ser humano; la segunda, en la energía y producción; actualmente asistimos a la tercera gran revolución tecnológica habida cuenta que la información se presenta en los albores del siglo XXI como el principal input de las organizaciones públicas y privadas, culturales y económicas, militares y civiles. Por ello, la creación, colecta, tratamiento y transformación de la información es crucial por cuanto su dominio permite afirmarse como actores en el proceso de globalización en curso. Quiere decirse, si Vigo queda fuera de ese proceso esta ciudad será excluida de la modernidad y caerá en un tercermundismo relativo.

La importancia de "saber hacer" (Know How)

No obstante, la información está jerarquizada y si falla en alguno de sus peldaños ascendentes es inutilizable en cuanto aplicación. Entre los diferentes conceptos relacionados con la información figura, en primer lugar, el "dato", hecho establecido y cuantificable. Cuando el dato se presta a ser interpretado en un contexto concreto y a esa interpretación se le puede dar un sentido se transforma en "información". Si una información concreta se estructura con otras sometiéndolas a un proceso intelectual, lo que a veces se llama reflexión, deviene en "conocimiento". En ciertas circunstancias, el conocimiento puede conducir al "saber" pero no siempre.

Concretamente, de poco vale atraer juventud diplomada a Vigo si los conocimientos que se adquieren con un prestigioso diploma no son suficientes o no permiten resolver los problemas para los que se le ha dado una formación al receptor del diploma: en este contexto, "saber" significa "Know-How". Esto es, recomendar medidas para atraer la juventud técnicamente cualificada no deja de ser una pretensión generalista, vacua e inoperante si la formación no va acompañada de la adecuación al puesto de trabajo. En España, casi el 50% de los universitarios empleados realizan funciones para las que se requeriría una menor cualificación, lo que apunta a tremendas disfuncionalidades en el sistema educativo español en el que Vigo no es una excepción.

En breve acotación, que requiere desarrollos ulteriores, considero que mejor que propugnar etéreas invocaciones al "capital humano" como fuente de innovación quizás fuese más práctico, en cuanto aplicaciones tangibles del saber, repensar las condiciones de la ubicación en Vigo del capital técnico susceptible de atraer -pagando su precio- la mano de obra cualificada que actúe como locomotora de arrastre de sucesivas oleadas de progreso técnico. ¿Alguien ha pensado en los desbordamiento virtuosos que podría tener para Vigo y su comarca, incluso para Galicia, la ubicación en el horizonte 2020 de un superordenador de varios petaflops -o, ya se verá en su momento, exaflops- dirigido a aplicaciones industriales?

Supercomputadora para Vigo

En la actualidad, las redes de telecomunicaciones no garantizan la calidad de la información si bien permiten una transmisión rápida, casi instantánea de la misma. De esa guisa, las redes aniquilan las distancias geográficas. Y aunque no todo el mundo tenga conciencia de ello, hoy vivimos una nueva fractura tecnológica debido a la yuxtaposición de la informática y las telecomunicaciones conducentes a una estructuración globalizadora en la que los residuos localistas serán simple indigenismo. Y como para innovar hay que deslastrarse previamente de los vestigios y ataduras paralizantes del pasado ciertas manifestaciones de "viguismo" resultan completamente anacrónicas. Para que Vigo tenga suficiente tirón entre profesionales adaptativamente cualificados y emprendedores deseosos de invertir aquí, esta ciudad debe generar crecimiento endógeno que aun auto-centrado en sus propios recursos humanos y naturales necesita establecer una simbiosis virtuosa con otros protagonistas del Know-How, verbigracia, el centro de supercomputación de Galicia (CESGA) –que alberga al supercomputador Finisterrae– de la compostelana universidad.

¿Por qué? Pues porque poniendo los medios desde ahora mismo no queda excluido que en el Vigo del siglo XXI –hacia el horizonte 2020– puedan confluir las tres grandes revoluciones tecnológicas de la humanidad que hemos visto más arriba: a) alimentación (el mar); b) energía y producción mecanizada (el mar como fuente renovable de energía limpia y la base que ya existe en torno a los astilleros y la automoción); c) procesamiento y transmisión de la información gracias a un centro de cálculo de alto rendimiento (HPC). Todo ello organizado en torno a la formación de los técnicos que lleven a buen término la explotación y ubicación en nuestra ciudad, en un plazo de ocho años como máximo, de una supercomputadora de primer nivel mundial que aglutine –dejando de lado las aplicaciones climáticas, financieras y militares - las investigaciones y aplicaciones en torno a la ingeniería genética, farmacia, nuevas moléculas, mecánica de fluidos, bilogía de síntesis y energía de origen marino.

Y yendo al grano, como primera medida no estaría mal que el negociado correspondiente enviara un par de observadores competentes al congreso que el HPC Advisory Council y el Centre Suisse de Calcul Scientifique organizan del 12 al 15 de marzo en el centro de exposiciones de Lugano para informar respecto a la educación y formación práctica y teórica en materia de cálculo de alto rendimiento, inscripción previo pago de ochenta francos suizos ( http://www.businesswire.com/news/home/20111212005024/fr/).

*Economista y matemático