Carla Bruni fue modelo –lo que antes se llamaba "maniquí"– y le ha quedado algo de llevar encima cosas que no son suyas. Las fotografías la muestran embarazada en una cumbre (económica, por supuesto) y parece que se ha puesto un cojín pequeñito. Podría achacarse a que la preñez es incipiente y sin pérdida de cintura y sin hinchazón de pies y de rostro, pero en otra fotografía se la ve con gafas y ocurre lo mismo. No es una cara de gafas. Todas las gafas se ponen pero las hay que, una vez puestas, no se quitan aunque se pongan en la mesita para dormir. En el caso de Bruni es como si se hubiera puesto unas de aquellas que iban con nariz de plástico y bigote que vendían en tiendas de artículos de broma junto al cojín de pedos. Lo que le pasa a Bruni con las gafas sucede mucho con las modelos de firmas de óptica y nada con las de lencería a pesar de que ni unas necesitan gafas ni otras, sostén.

Antes de ganar Eurovisión con "La, la, la" Massiel fue "guapa con gafas" y luego nunca más la vimos con lentes correctores. Las secretarias del concurso de TVE "Un, dos, tres... responda otra vez" ponían unas gafas enormes para parecer secretarias, no por ser cortas de vista sino para ser largas de piernas. Hoy no se entiende la relación entre uno y otro, pero en los setenta, sí. Fue un tiempo horrible.

Cuando Carla Bruni decía que votaba a la izquierda sabíamos que era algo que se había puesto encima y que no era suyo. Si ahora dice que vota a la derecha es porque se ha puesto un marido que es presidente de la República Francesa por un partido de esa tendencia.

Hasta ahora Carla Bruni siempre parecía que se ponía los maridos, más que casarse con ellos. Una vez se lió con el hijo de un marido, que es como probarse una talla más pequeña o un modelo más nuevo. Ese quita y pon sin que nada permanezca hace de Carla Bruni la mejor modelo del mundo, incluso cuando ya no lo es.