La apertura de las primeras cuarenta naves bioclimáticas de Porto do Molle supone todo un aldabonazo en medio de la crisis actual, pues se trata de uno de los polígonos empresariales más ambicioso, moderno e innovador de cuantos están en desarrollo en Galicia. Para Zona Franca de Vigo, el consorcio que lo impulsa, es ya todo un emblema. Además de contribuir decisivamente a paliar el ancestral déficit de suelo industrial, su principal cometido, Porto do Molle constituye un magnífico ejemplo de actuación pública correctamente orientada y, si se quiere, hasta reporta también una magnífica enseñanza política.

Con una inversión de 120 millones de euros y una extensión de un millón de metros cuadrados, Porto do Molle está concebido como una ciudad del trabajo, es decir, un lugar donde sea posible compatibilizar vida laboral y familiar al disponer servicios como guarderías, centros comerciales y de salud o espacios para actividades deportivas. Las previsiones son que genere un volumen de negocio superior a los 200 millones de euros a partir de 2015, cuando alcance su plena actividad. Zona Franca estima que creará 4.000 empleos y que su impacto aportará un 3,49% al crecimiento económico de la provincia. Un total de 11 empresas han confirmado ya su asentamiento. Crearán 250 puestos de trabajo e invertirán más de 18 millones de euros.

Desde el punto de vista medioambiental su concepción es casi revolucionaria. Las naves bioclimáticas, con cubiertas ajardinadas, paneles fotovoltaicos, lucernarios y sistemas de ventilación inteligentes, permiten reducir las emisiones de CO2 un 85% e incrementar el ahorro energético un 25%.

A todo ello hay que añadir tres factores muy relevantes para la captación de empresas: estar perfectamente comunicado, a menos de 25 minutos de Vigo por autopista; tener la declaración de "enclave tecnológico", lo que permite optar a importantes ayudas en terrenos como el de la investigación y ofrecer la posibilidad de alquiler con opción de compra.

No es casual que sea precisamente una multinacional de componentes del motor, la francesa Snop, la primera en desembarcar en Porto do Molle con una fábrica que estará operativa el próximo año, empleará a 150 personas y trabajará para los nuevos lanzamientos de Citroën en Vigo. Si un sector ha clamado durante años por la falta de suelo industrial ha sido precisamente el de la automoción. Para comprender la trascendencia del desembarco de Snop basta un dato: será el primer proveedor de automoción que se instale en Galicia desde el bienio 2005/06. Curiosamente, también entonces otro lanzamiento en la planta de Balaídos, el Citroën C4 Picasso, permitió que siete nuevas fábricas se radicasen en las provincias de Pontevedra y Ourense generando más de 1.200 empleos. Las últimas en hacerlo fueron las de Benteler y Denso, ambas en el parque tecnológico y logístico de Valadares, promovido también por Zona Franca.

Pero no siempre ha sido así. Hace cinco años, en la última oleada de implantaciones de empresas proveedoras de Citroën en Galicia, un buen número de firmas optaron por asentarse en el país vecino por falta de suelo disponible y asequible en precio en el sur de la comunidad gallega. En la actualidad, más de treinta proveedores directos de PSA producen desde el norte luso y sus ventas a la automoción viguesa se multiplicaron por siete en una década.

Así pues, en contra de lo que pudiera parecer por el contexto de crisis, el momento para poner en marcha Porto do Molle es más que oportuno. Cualquier medida que facilite la captación de emprendedores nunca está de más. Si el polígono de la Plisan en Salvaterra estuviese desarrollado de acuerdo con los plazos inicialmente previstos, la multinacional Mitsubishi carecería de argumentos para mantener en el aire su añorada inversión en una planta de baterías para coches eléctricos, por ejemplo.

El impulso dado por Zona Franca a Porto do Molle, a la Plisan, al polígono de Matamá–Valadares, que estará finalizado en 2014, o al Parque Tecnológico de Valadares permitirán duplicar la superficie empresarial en la comarca hasta los 6 millones de metros cuadrados. Si a ello añadimos el parque industrial de Mos, dependiente de la Xunta, o el previsto en Tomiño, el sur de Galicia, el corazón fabril de la comunidad, estaría en vías de resolver su ancestral carencia de suelo industrial.

Suelo industrial como el disponible en Porto do Molle supone un gran aliciente para captar nuevas empresas, pero también representa una gran oportunidad para aquellas otras que, ya asentadas, aspiren a modernizarse accediendo a instalaciones punteras en un entorno emprendedor que les reportes sinergias generadoras de valor añadido. Con ello se propiciaría, además, avanzar en la configuración armoniosa y equilibrada de la mayor conurbación del sur de Galicia. Los núcleos urbanos del entorno de Porto do Molle y demás polígonos citados tienen aún incrustadas en sus entrañas instalaciones fabriles que, engullidas por las zonas residenciales, obstaculizan la consolidación de un urbanismo moderno y lastran el futuro mismo de las empresas.

En el entorno del puerto de Vigo, por ejemplo, siguen operativas plantas de producción que, antaño inviables en cualquier otra ubicación, hoy serían incluso más eficientes en otro emplazamiento y, simultáneamente, dejarían de ser una barrera tanto para la actividad propiamente portuaria como para la tan ansiada apertura de la ciudad al mar.

Porto do Molle admite una lectura complementaria más allá del ámbito estrictamente empresarial, derivada de su ubicación en Nigrán. Que uno de los enclaves llamados a actuar como pulmón empresarial de Vigo y su área de influencia se instale donde se ha hecho supone la prueba irrefutable de que el área metropolitana es una realidad social y económica imparable, por más que quede quien, incomprensiblemente, obstaculice aún su reconocimiento oficial. Por la apuesta que representa, la ambición con que está hecha y el simbolismo que entraña, Porto do Molle marca ejemplarmente el camino hacia el futuro.