En sesudo artículo publicado recientemente (8/03/2011) en un diario "global", un catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona nos informaba con alta ciencia que los Borbones son de origen francés –increíble pero cierto– al tiempo que se condolía de que Madrid fuese a España lo que París es a Francia: la ciudad a la que confluye el sistema radial de transportes. Lo que confiere a la capital de todos los españoles, según el susodicho catedrático, ventajas artificialmente desarrolladas sin otra finalidad que manipular deslealmente la competencia entre ciudades en detrimento –se supone– de Barcelona. Y tanto hace de ello cuestión el profesor que carga sin miramientos contra el aeropuerto de Madrid y contra el AVE.

Uno, a quien a estas alturas han intentado venderle docenas de veces parecidos alegatos anticentralistas, piensa que si Barcelona, aventajada por la proximidad del mercado francés, disfruta de costoso puerto de mar, además de su correspondiente aeropuerto internacional, la capital de España y sus colonias bien debe mantener en Barajas un centro de conexión intercontinental que facilite a todos los españoles correspondencias rápidas y garantizadas. Y es que a los españoles en general nos gusta que gracias al modelo de transporte radial las regiones excentradas accedan a ese núcleo vital de España, Madrid, que en retroacción revierte riqueza a chorros al resto de España. Y sin quejarse.

Por el contrario, la crítica a la densificación reticular de toda España, AVE mediante, sí pudo haber tenido cierto fundamento en un principio, cuando empezó a planificarse la red, en aras de no malgastar recursos que podrían haber generado mayor rendimiento aplicados a otros fines. En un principio sí pero ya no. Actualmente, tal como está diseñado el mapa de transportes, privar del AVE a regiones periféricas como Galicia es condenarlas al estancamiento permanente al restarles atractividad territorial relativamente a otras zonas peninsulares conectadas por medio de ese vector de transporte. La ciencia espacial y la nueva geografía económica nos advierten de que las ventajas o desventajas comparativas regionales no suelen ser lineales sino que manifiestan efectos cumulativos virtuosos o perversos.

Ahora bien, allende la alusiva reivindicación prodomo vertida por un profesor catalán en un periódico madrileño resulta insoportablemente odioso que dos días después (10/03/2011) CiU, libando alimento teórico de su artículo, desencadenase también por alusiones una campaña contra el AVE gallego, dando lecciones de cómo tienen que ser los transportes en España. Para Barcelona, AVE con París y Madrid; para Galicia, trenes de cercanías. A chapuzas de este calibre los españoles las tildamos despectivamente de "catalanadas".

Porque una catalanada es que el mismo día que en el Parlament de Catalunya, con el aplastante número de diputados autonómicos de CiU, se aprueba una moción de apoyo a la consulta independentista prevista para el próximo 10 de abril en Barcelona, Pere Macias, asimismo diputado de CiU, pida en el Congreso de los Diputados al ministro de Fomento –por cierto, lo frenó en seco– que se ponga fin al despilfarro del AVE en referencia implícita a la licitación del que concierne a los gallegos.

Actuaciones de esa índole, dejan la penosa impresión que de aquella Cataluña ejemplar –avanzada, activa, emprendedora– ya no queda nada salvo un equipo de fútbol. En el presente, desde una corbata mal terminada, pasando por un cainita referendo soberanista, hasta espumosos caros e imbebibles, en Cataluña ya solo urden lo que el resto de España llama catalanadas. Aunque, para su fortuna, los españoles somos fieles clientes del Principado y gracias a ello mantiene una balanza comercial excedentaria con el resto de España y deficitaria con el resto del mundo. Es decir, son buenos comerciantes aunque si dejáramos de comprar su producción no podrían financiar las importaciones.

No se entiende bien, sin embargo, el porqué de tanta arrogancia. Pero lo que es cierto es que los políticos nacionalistas catalanes han instalado a su región en una pendiente de declive acelerado que, desde luego, no podrán sofrenar por muchos palos que metan en las ruedas de las otras regiones. No hay día que no se deslocalice de Cataluña una empresa extranjera. Y es que, si bien se mira, uno no sabe en qué son más competentes que el resto de españoles. Si es en agricultura, los navarros, murcianos, valencianos, extremeños, almerienses, onubenses, logroñeses, etc., obtienen producciones de mayor calidad que los catalanas. En ganadería otro tanto; no pueden compararse los productos de las granjas de cerdos, que los holandeses hartos de purines y filtraciones freáticas mandaron para Cataluña, con las exquisiteces que obtienen salmantinos o andaluces. Por no hablar de la carne de bovino o de los vinos de otras regiones que superan de popa a proa a los catalanes. En siderurgia, minería, construcción naval, mecánica, construcción y obras públicas, producción de automóviles, informática, etc., el resto de España gana por goleada. Incluso en el textil fue suficiente la caída de la protección franquista para que una región como Galicia, prácticamente sin experiencia, se situara a la cabeza en unos cuantos años. Ni las más conspicuas instituciones financieras ni, por otra parte, los mejores periódicos tampoco domicilian sus sedes en Cataluña. Y la industria editorial, merecidamente reputada, destaca gracias al mercado en español.

En volviendo a lo de la inexplicable arrogancia, hay más. Según datos del muy catalán Instituto Marqués, con los criterios de la OMS en mano el semen de barceloneses y tarraconenses es el de peor calidad de España siendo el mejor –como era de esperar– el de nuestras provincias costeras pese a que los gallegos "beben, fuman y se drogan más que los catalanes" añade el informe. No es de extrañar, en consecuencia, que casi uno de cada dos niños nacidos en el Principado tenga por lo menos uno de los progenitores nacido fuera de Cataluña. Para colmo, el desaliño intelectual y las malas maneras de ciertos catalanes han llegado a tal extremo que Teresa Comas, la mujer de Carod, se permitió eructar en "La Vanguardia" que "los hijos de puta del PP no harán que coja una depresión".

Los del PP quizás no pero yo puede que sí lo consiga. Ya digo, por largar catalanadas.