Uno de los datos más repetidos en las encuestas que se refieren a la opinión ciudadana sobre los políticos es el que se refiere a la convicción por parte de los encuestados de que los representantes no solo viven sustancialmente mejor que la media de los representados sino que, además, en el fondo -y a veces en la superficie- se consideran como una clase aparte. Cierto que la teoría y la retórica que manejan son otras, pero en la práctica funcionan así.

El último de los ejemplos lo personifica el secretario general de los socialistas gallegos quien, rodeado de un grupo de compañeros aguerrido pero no muy numeroso, ha optado por el papel de víctima en el asunto de las denuncias que se le han formulado por supuesta irregularidad, como mínimo, en la reforma de su vivienda. Y lejos de responder con la transparencia exigible a un personaje público, don Manuel Vázquez se proclama objetivo de una persecución política. Cáspita.

Quedó dicho ya que, vista la evolución de los acontecimientos, la estrategia de su señoría no parece dar el resultado que quienes la idearon pretenden: los testimonios de simpatía hacia la supuesta víctima son casi inexistentes y por ello la apariencia en su contra crece cada día. Lo que no significa culpabilidad, pero desde que Pirandello tituló una obra con aquello de "así es si así os parece", sentó un precedente puñetero y convirtió la sospecha en un instrumento ordinario, sobre todo para desgastar a alguien cuando conviene.

El caso es que, lejos de reflexionar, el dirigente del PSOE gallego ha intensificado su campaña y pasado a la fase de la épica. Llama a los alcaldes -en teoría ante la campaña municipal, pero la coincidencia es significativa- "a dar la batalla a la Xunta" y, al tiempo, él mismo anuncia que peleará en la guerra de San Amaro hasta su último aliento". Como Rolando en Roncesvalles, o así.

Lo más sencillo, y sobre todo lo más sensato -aparte del mejor ejemplo que podría dar a la gente corriente que anda en pleitos con la Administración- sería, mientras acude a los Tribunales, adoptar una postura de respeto a las reglas y permitir que las apliquen quienes hayan de hacerlo. Y, mientras, utilizar una oratoria sencilla en lugar de épica; que, por cierto, fue lo que hicieron muchos perjudicados por sus decisiones -hidroeléctricas, por ejemplo- cuando era conselleiro.

Y es que, con lo que hace, solo refuerza la impresión de, que además de en los juzgados, quiere resistir en la calle. Y eso no es razonable.

¿Eh...?