Te despiertas a las tres de la madrugada, por poner un ejemplo, y el insomnio te expulsa de la cama. ¿Qué hacer, ir a dar una vuelta por El Corte Inglés? A esas horas no funciona. Quizá puedas asomarte a sus escaparates. Tal vez, haciendo visera con las manos, seas capaz de columbrar el fondo de la tienda y distinguir, en la penumbra, las siluetas de los maniquíes y las maniquíes. Puedes dar las vueltas que quieras alrededor del edificio sin hallar una rendija por la que introducirte en él para olvidar tu insomnio. Pero lleva cuidado, no hay nada más sospechoso para los demás y para uno mismo que un merodeador nocturno. Si pasa por allí un coche de la policía, te interrogarán, aunque no hayas hecho todavía nada malo.

– Es que estaba insomne.

– ¿Y por qué no se ha tomado una pastilla?

Quien dice El corte Inglés dice la tienda de los chinos de la esquina, carrada también a esas horas. Ahora bien, tú te despiertas a las cuatro de la mañana y en vez de acercarte a El Corte Inglés, te dices: Voy a dar una vuelta por el interior de Ana Karenina. Ningún problema. Te acercas a la librería del salón, buscas el volumen, lo abres con naturalidad y te das una vuelta por los pasillos y las habitaciones de la obra maestra de Tolstoi. Quiere decirse que los libros, pese a tener puertas y contrapuertas, no cierran jamás. A cualquier hora del día, en cualquier día del año, puedes darte un paseo por los vericuetos mentales de Raskolnikof, el personaje de Dostoievski, como el que al mediodía recorre los pasillos de un supermercado. Si lo piensas, resulta prodigioso.

Hay más cosas que no cierran nunca. La TV, por ejemplo. Pero la TV de la madrugada da un poco de miedo. La he visto en los hoteles, cuando estoy fuera de casa y me acuesto tarde y desvelado. Da miedo, decíamos. La imagen de un hombre o de una mujer sentados frente al televisor a esas horas es un poco terrible. Cuando a Vargas Llosa le anunciaron la concesión del Nobel, era muy temprano (las seis de la mañana, creo), pero él estaba despierto y dentro de un libro, como Dios manda. Si hubiera estado viendo la tele, no le hubieran llamado.