Opinión

Uno de los nuestros

Pedro de Silva

La información de un antiguo cocinero de palacio, según la cual Kim Jong-un, heredero del trono comunista de Corea del Norte, disfruta con el whisky, los juegos de ordenador y las armas nucleares, tranquiliza, pues lo homologa con un gran líder occidental. Kim no le pega al soju (un licor de arroz), ni es adicto al ajedrez, ni a las artes marciales, lo que alzaría barreras culturales, sino que sus gustos son los de un jefe guerrero anglosajón. Por lo demás, la agresividad hasta ahora mostrada hacia su vecino de península no parece mayor que la que en las décadas de la guerra fría exhibieron en su disputa por el mundo los emperadores de Occidente y de Oriente. Es verdad que el belicismo de su régimen le hace anteponer el gasto nuclear al pan del pueblo, pero tampoco en esto es tan distinto, si por pueblo de aquellos dos emperadores del mundo entendemos el resto de la humanidad.

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