Opinión

Camino de la hoguera

Xavier Domènech

Ahí va, José Luis de Arco camino de la hoguera, dispuesto a la inmolación por la causa. ¿Qué causa? La causa suprema: la honra. En este caso, la honra de la economía española. A padecer el fuego se dispone para alejar el fantasma del rescate. A la cosunción para conseguir el aplauso de los jueces europeos, severo tribunal presidido por la severa Merkel. Se han declarado "admirados", y con dicho elogio por bandera y alimento se dirige Zapatero hacia el cadalso. Una vocecita le dice: "Estás haciendo lo correcto, España te lo agradecerá". Tal vez resuenen en sus oídos los versos del himno de Infantería: "La patria, al que su vida le entregó, en la frente dolorida le devuelve agradecida el beso que recibió".

Puestos a citar, elevemos sustancialmente el tono para llegar a Francesco Petrarca: "Un bel morir tutta una vita onora". Así se dispone el presidente del Gobierno a enmendar, en este gesto postrero de tozudez, sus grandes yerros en materia de economía, disciplina que no se aprende en dos tardes. En realidad, que no se aprende, porque sus expertos son ante todo profetas del pasado y analistas de desaciertos. Pero por lo menos cabe diferenciar entre quienes ven un burro en medio del camino y quienes lo confunden con la sombra de un árbol. Al segundo grupo ha demostrado pertenecer nuestro director de orquesta, y ser lo bastante miope para echar a quienes atisbaban el peligro. Purga ahora sus culpas cediendo la batuta a los mayores y ejecutando el son que le tocan mientras no cesa de plañir: "¿Lo estoy haciendo bien?"

Quizás sueña que la historia le absolverá y le premiará; que en uno de sus renglones dirá de él: "mantuvo firme el pulso al imponer la jubilación a los 67 años, medida impopular que le costó el cargo pero salvó las cuentas del Estado". Vana esperanza. La historia la escriben los vencedores, y él ya ha perdido. Finalizará su mandato entre millones de parados, recortes dramáticos y protestas sociales sin cuento, y la recuperación de la economía llegará cuando ya estén mandando los otros, quienes se atribuirán el mérito sin pestañear, mientras los suyos tratan de olvidarlo.

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