Opinión | Crónica Política

La sensatez

Javier Sánchez de Dios

Así que, visto lo visto, a estas horas es muy posible que no poca de la gente interesada en estos asuntos opine que el Parlamento gallego no ha estado del todo afortunado en este último Pleno. Y eso a pesar de que su transcurso permite considerar probada la sospecha de que la aritmética no siempre da la razón -y en política aún menos veces que en otros oficios- y por ello conviene acompañarla de dosis suficientes de sensatez, a pesar de que esta sea virtud escasa en el gremio.

Dicho eso, y para explicarlo mejor, habrá que ir por partes. La más llamativa es sin duda la aprobación de una hipótesis rara: la posibilidad de que en la Xunta pueda haber hasta veinte altos cargos con retribución sustancialmente superior a la del presidente. Algo que no aumenta tanto su imagen como disminuye la del jefe del Ejecutivo, porque si de lo que se trata -y de eso se trata- es de contratar a superespecialistas con altísimos sueldos no es necesario acompañar la oferta con un lugar en el escalafón: bastaría con el contrato, y punto.

(El portavoz de la mayoría, que sin duda esperaba réplicas en ésa y otras direcciones, recordó que ya hay en la Administración gallega quienes cobran más que el presidente con mucha menos responsabilidad, pero eludió el detalle de que eso sucede en entes públicos regulados de otra forma. Aparte de que aunque eso suceda no le aporta sentido común, sino todo lo contrario, por más que los sucesivos gobiernos que han sido -de todos los colores; ésa es la ventaja con que cuenta el actual para rechazar críticas- lo hayan mantenido sin modificaciones.)

La nueva regulación del consumo de alcohol es otra de las decisiones que alientan -desde el respeto, por supuesto- la discrepancia. Primero porque no aporta nada realmente nuevo a lo que había, salvo el endurecimiento de las sanciones y, segundo, porque es una idiotez pensar que las pagarán los infractores, que son los menores de edad. Se está pues ante una norma para obligar a padres y madres a incrementar el control y llevarlo, bajo amenaza de multas muy fuertes, al umbral de lo policíaco. Y aunque casi nadie discute que la familia es clave en la lucha contra el alcoholismo juvenil, existen otros sistemas para movilizarla.

Como no hay dos sin tres, queda la Lei do Comercio. Parece útil, pero insuficiente y no garantiza mecanismos efectivos de lucha contra la crisis, aunque se haya dialogado mucho con el sector: habrá que volver a ella, porque es clave para el tejido social gallego

¿O no...?

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