Bien visto, la posibilidad de cambiar de canal con un mando a distancia supone un ejercicio inmenso de poder. Es como si fuéramos de un lado a otro sin abandonar el sofá. Ahora estoy en Telecinco; ahora, en Antena 3; ahora, en Cuatro, en la Sexta, etc. La aparición de la TDT ha dado lugar a una cantidad tal de emisoras nuevas que el aparato de televisión ha devenido en una especie de enorme ciudad compuesta de numerosos barrios. Cada vez que cambiamos de canal, cambiamos de barrio. En la vida real, para llevar a cabo una actividad semejante, tenemos que coger el coche, el metro, el avión o el tren. España, por ejemplo, es un país con más canales que la TDT. Basta recorrer cincuenta o cien kilómetros de su geografía, para ver otro paisaje, otra gastronomía, otra cultura, incluso otra lengua. Sería maravilloso que pudiéramos viajar por España con la facilidad con la que nos movemos por los diferentes canales de la tele. Aprieto un botón y estoy en San Sebastián; otro, y en Oviedo; otro, y en Sevilla, y así de forma sucesiva disfrutando de los placeres de cada territorio.

Por eso decimos que la posibilidad de cambiar de canal con un mando a distancia supone un ejercicio inmenso de poder. O debería suponerlo. Piensa uno que cada canal debería ser, en sí mismo, un universo. De hecho, si fueran el mismo, no tendría sentido que se multiplicaran como las moscas. Si fueran el mismo, deberían ser el mismo. Parece una perogrullada, pero es que a veces, después de haber recorrido 30 emisoras, lo que debería equivaler a recorrer 30 territorios, tiene uno la sensación de que no se ha movido. Como si cogieras el coche en Madrid y todo el camino fuera Castilla. ¿Por qué -te preguntarías- estoy cambiando de región o de comarca o de autonomía si todo es lo mismo? ¿Por qué no me he quedado en casa? ¿Por qué voy de Telecinco a Antena 3 o de Antena 3 a La 2 si lo que me ofrecen es, sustancialmente, lo mismo?

Entonces te das cuenta de que el mando a distancia, más que haberse inventado para cambiar de territorio, se ha inventado para suicidarse. ¿Cuándo? Cualquier día, pero de manera especial el domingo por la tarde.