Así que, dicho con todo respeto para otras opiniones y sin ánimo de incordiar, resulta curioso ese anuncio gubernativo según el cual se va a intensificar la presión policial contra los ultras. Porque eso es lo que son, aunque de diferente signo, los neonazis y los independentistas radicales, ejemplos de cuán cierto resulta eso de que los extremos se tocan, por más que a sus ideólogos les disguste la calificación.

No se trata, con lo dicho, de criticar la decisión de hacer que las normas se cumplan por todos. En algunos casos se exigía ya, habida cuenta de los actos violentos que algunos grupos han llevado a cabo contra personas, organizaciones y bienes de diferente color, sin más objetivo que la pretensión de darle publicidad a lo brutales que pueden llegar a ser para, y así lo creen, intimidar a la sociedad. Y es hora de pararlos.

En todo caso, quizá resulten procedentes algunas reflexiones. Una, por ejemplo, para decir que a día de hoy, y aún ratificando todo lo dicho, no parece que la sensación social de peligrosidad se deba a la existencia y acción de bandas ultras, sino más bien a un tipo de delincuencia distinta. Otra, que enlaza con la anterior, para exponer una suspicacia: la de que puede haber algo de propagandístico en el efecto que se busca con el anuncio policial.

Y es que, guste o no a la autoridad correspondiente –civil, por supuesto– hay ahora mismo en Galicia, o al menos en una parte de ella, la creciente inquietud porque determinado tipo de delitos no se combaten con eficacia o quienes han de hacerlo carecen de los medios necesarios. Y como en materia de seguridad lo que se siente es lo que cuenta, el objetivo de la acción gubernativa ha de ser sobre todo sosegar, como aconsejaba Felipe II, por cierto.

En ese sentido, el señor delegado del Gobierno, que es también aspirante a la Alcaldía de Pontevedra, tiene mucha tarea pendiente antes de dejar el primero de los cargos y si quiere llegar a acceder al segundo. Porque precisamente en la provincia de la que es capital la ciudad que quiere regir es donde más ejemplos se dan de criminalidad organizada y en la que no escasean precisamente los casos sin resolver.

La moraleja, que en absoluto oculta malicia, podría resumirse en la máxima evangélica de "por sus hechos los conoceréis", y en materia policial sobre todo. Hay mucho y buen trabajo hecho por los cuerpos y fuerzas de seguridad, pero también demasiado pendiente. Y sería sensato distribuirlo bien para no aflojar el conjunto.