La aerolínea de vuelos baratos perfecta cobrará las tasas de aeropuerto (no hay manera de evitarlas) sin llevarte a ninguna parte y así habrá alcanzado el punto óptimo en el descenso del precio al consumidor y del coste a la compañía. Sin incómodos desplazamientos, sin fascistas controles de seguridad, sin inútiles retrasos, las vacaciones más acordes para el español que no sabe inglés y al que, como no tiene dinero, todo precio le resulta caro. Qué necesidad hay de ir a ningún sitio. ¿No quedamos en que como España no hay ná?

Las compañías aéreas comparten con Ikea el ideal de transporte: mayor cantidad de producto, menor cantidad de aire. Eso es el paquete plano del que luego el comprador consigue un armario lleno de cajones vacíos, o sea, llenos de aire.

Para el dueño de Ryanair el segundo piloto es aire: casi nunca se usa. Para la inmensa mayoría de los vuelos basta con el automático y con el comandante. Solo vas infinitesimalmente menos seguro si el control del aparato queda en manos del sistema informático, del control en tierra y de un piloto que lleva en el asiento de al lado un palé de estanterías Billy empaquetadas en plano.

Es imposible, de momento, hacer de una persona un paquete plano, pero se pueden idear muchas cosas que reduzcan al viajero a la mínima expresión tridimensional y empezar a cobrar desde ahí. El gordo que pague dos asientos, el pasajero que vuele sin equipaje, el de largos fémures que aguante. Descartado que se pueda volar de pie, lo último es un asiento parecido a una silla de montar que permite bajar de 80 centímetros a 58 la separación de una fila a otra en la clase turista. Dicen que es cómodo para vuelos de hasta tres horas y recuerdan que los jinetes pueden cabalgar hasta ocho horas. Afortunadamente, las leyes de seguridad aérea todavía nos protegen de quienes lo consideran una buena idea.