A estas alturas, y cuando bien puede decirse que en Galicia -incluyendo a quienes la gobiernan- se cumple ya a rajatabla eso de "por sus hechos los conoceréis", no resulta aventurado decir que lo peor que podría ocurrir a los funcionarios es que la Xunta les aplique el método que usa en otros asuntos, Y que, en síntesis, consiste en marear la perdiz hasta que, desorientada, se deje capturar sin esfuerzo alguno.

Algunos observadores, benévolos con el Ejecutivo -y más aún con su presidente, al que tributan una especie de culto e idolatría analítica- niegan el mareo y, en todo caso, aducen que no sería intencionado. Y cuando ya no queda otro remedio que aceptarlo, argumentan que se trata de hechos aislados imputables o a falta de experiencia o a una cierta incapacidad que, por supuesto, reducen a muy pocos ejemplos individualizables. Cáspita.

Se cita a los funcionarios porque el asunto de su posible movilidad reúne las características más comunes al modelo de comunicación que emplea la Xunta. Es copia de otros -entre ellos el del gobierno del señor Zapatero-, pero corregido y mejorado, y consiste en lanzar un globo sonda, estudiar la reacción, medir si electoralmente resultan peligrosas y en función del resultado, insistir o corregir. Todo utilizando -en vano, por supuesto- el concepto de interés general.

En el caso de los empleados públicos, los ayudantes del señor Feijóo usan la carta marcada de una imagen distorsionada del funcionariado, que quieren presentar -aunque no lo digan- como una casta privilegiada a la que le llegó la hora de un recorte de alas. Es una idea falsa, y en todo caso imputable a los gobiernos, pero útil para marear esa perdiz y buscar lo que de verdad se quiere: liberar fondos para otras políticas más rentables en votos.

Es evidente que la Administración ha de adaptarse a los nuevos tiempos, y que eso supone la adopción de nuevos conceptos y el abandono o la modificación de otros. Pero el cambio debe estar presidido sobre todo por el respeto a las personas y la idea de búsqueda del bien común, y habrá de hacerse con sinceridad, valor y coherencia, no a base de tirar la piedra y esconder la mano si hay una reacción adversa.

De eso, hasta ahora, ha habido poco, y por las trazas no parece que se esté en reducir este déficit. Y si el ejecutivo regional no lo hace ahora, que apenas tiene oposición de verdad -porque la que hay, política y sindical, lleva año y medio groggie- nadie sabe cuándo lo hará.

¿Eh...?