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Opinión

La memoria selectiva de los vigueses

Ceferino de Blas

No es que los vigueses tengan mala memoria. Aunque haya ocasiones en que lo parezca, como en el caso que nos ocupa, esta impresión nada tiene que ver con el mito del escaso interés por la cultura, que desde los Precursores, el grupo de intelectuales que activó la ideología del galleguismo, se viene propalando.

Quienes atizaron el tópico son los adversarios de la ciudad, envidiosos de su crecimiento demográfico, desarrollo industrial y urbano. No es una constatación experimental. Todos los datos apuntan en la dirección contraria: Vigo es la ciudad culta en la que nació el decano de la prensa española y la población elegida por intelectuales y artistas gallegos para vivir o disfrutarla. Pero como todos los tópicos es de difícil desarraigo, y subsiste como un poso que ha impregnado la memoria colectiva de muchos gallegos.

El objeto de este comentario es la desmemoria de los vigueses en determinadas cuestiones, algunas de tanto fuste como los aniversarios de sus grandes hitos. Por ejemplo, el de la proclamación de Ciudad en 1810 de la que fue villa de Vigo.

Habrá quien apele al argumento fácil del tópico: por tratarse de una cuestión inmaterial, como es la historia, se produce un olvido, que no habría ocurrido si estuviera en juego un negocio, algo tangible, una cuestión material, propios del espíritu emprendedor de los vigueses.

No es la respuesta. La respuesta es que la concesión del honor de Ciudad a Vigo, el 1 de marzo de 1810, es la consecuencia de un hecho bélico, la Reconquista de la plaza, y en este caso parece que pesa más la causa que la consecuencia. Es, por poner un ejemplo socorrido, lo que acontece con un evento deportivo, que se disfruta con más intensidad la espera que el propio hecho.

Así ocurrió con la desmemoria de la concesión del título de Ciudad a Vigo. Se vive con entusiasmo la efeméride de la Reconquista y se olvida la conmemoración del honor, tan importante para una urbe como Vigo, que al no ser capital provincial y por su juventud es vista por el resto de las ciudades gallegas, todas seculares, con condescendencia y hasta con un cierto complejo de superioridad.

No es en el bicentenario la primera vez que los vigueses olvidan la fecha. Hace cien años, en 1910, tampoco celebraron el centenario de la Ciudad. Tanto en 1909 como en 2009, cuando se cumplió el aniversario de la Reconquista, funcionó la memoria, pero se descuidó el Centenario de la Ciudad, en 1910, y a punto ha estado de repetirse con el Bicentenario, cuya conmemoración se ha trasladado al mes de octubre.

A pesar de los olvidos, algo debe funcionar en el subconsciente de los vigueses –la memoria selectiva–, si se trata de cuestiones de referencia, ya que los festejos de Vigo de agosto de 1910, cuando se conmemoraban juntos el Cristo y la Reconquista, fueron los más lucidos que recuerdan los cronistas. Hasta "El Huérfano de Bembrive" (Pío Lino Cuiñas), el más popular de las periodistas vigueses de la época, a quien siempre parecían cicateros los festejos locales, se rinde a la evidencia de los de aquel verano.

Dos eventos destacan en el amplio programa de 1910: Los Juegos Florales, que organiza la Sociedad La Oliva y la colocación de la primera piedra del Monumento a Curros Enríquez.

Los Juegos Florales, que se desarrollaron en el Teatro Tamberlick, tuvieron de mantenedor al orador y varias veces diputado Menéndez Pallarés, y de presidente del Certamen que otorgó los premios a Manuel Murguía.

Aparte de la flor natural, que consiguió el poeta Carlos Miranda, otros premios merecen reseñarse por los temas y las personalidades que los conquistaron.

En el Tema 4º, "Monografía acerca de la imprenta y el periodismo en Vigo", obtuvo el galardón el historiador Eugenio Carré Aldao y en el Tema 5º, dedicado a "Historia de las sociedades corales y musicales y hasta qué punto contribuyeron a la cultura popular", fue vencedor Avelino Rodríguez Elías, futuro cronista oficial de Vigo.

La colocación de la primera piedra del monumento a Curros Enríquez, iniciativa de Ortega Munilla, resultó muy lucida. Precedida de una procesión cívica, desde el Paseo de Alfonso a la calle Victoria, tuvo su momento especial en el discurso de Manuel Lezón, gran amigo de Curros, que ensalzó "a los pueblos que como Vigo unen el ideal económico y artístico". En honor del vate celanovés leyeron poemas los periodistas Manuel Lustres y Avelino Rodríguez Elías, a quienes la guerra civil uniría de nuevo en un trágico destino: el primero fue asesinado y el segundo tuvo que exiliarse en Sudamérica para escapar de la muerte.

Colocó la primera piedra el alcalde vigués, Diego Santos, y bajo ésta una caja de cinc, conteniendo monedas y ejemplares de los periódicos locales.

Durante los festejos fueron noticia un par de episodios que merecen unos apuntes. El primero es la presentación del proyecto del nuevo Teatro Casino de Vigo, original de Antonio Palacios, que va a erigirse en el lugar que ocupaba el Rosalía de Castro, destruido pocos meses ha por un incendio. Es el actual Centro Cultural Caixanova.

El otro es la frustrada estancia de Pablo Iglesias en Baiona, por cuestiones de salud, que regresa a Madrid el día 12 en el tren rápido. "Desistió el Sr. Iglesias", comenta Faro, "de pasar una temporada en Baiona por haberle prescrito el facultativo de esta población Sr. Paz Pardo serle más conveniente los aires de la montaña que los de mar para restablecerse".

Quienes recordaron el aniversario de la proclamación de Vigo como Ciudad, el 1 de marzo de 1810, fueron los vigueses de hace medio siglo. En 1960 sí se celebró el Sesquicentenario de Vigo como Ciudad. Aunque los actos se circunscribieron a una conmemoración institucional y no fue en la fecha oficial del otorgamiento del Real Decreto, sino que se hizo coincidir con la Reconquista, el 28 de marzo. Era alcalde Tomás Pérez Lorente, uno de los regidores más fructíferos, y presidente del Centro de Hijos de Vigo, Enrique Lorenzo Docampo, otro prohombre local. Antaño, los eventos festivos los organizaban sociedades privadas, también los de 1910. Entre los oradores del Sesquicentenario figuran el polígrafo, y entonces alcalde de Pontevedra, Filgueira Valverde y el escritor José María Castroviejo. Cunqueiro aún no se había mudado de Mondoñedo a Vigo. Lo haría un año después para desmentir, junto con otros vecinos ilustres –Torrente, Celso Emilio Ferreiro, Laxeiro, Lugrís– el tópico cultural sobre Vigo. Aunque la ciudad a veces se olvide de fechas históricas, lo subsana la memoria selectiva.

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