A partir de la idea de que una gran mayoría de los grupos políticos, sociales y económicos de Galicia, así como muchas entidades culturales y vecinales, están a favor de la reforma del Estatuto, quizá haya llegado el momento de preguntar por qué no se ha reformado aún. O, para ser más exactos, el motivo por el cual, tras el fracaso de los años 2005 y 2006 –que se ha pretendido explicar con acusaciones cruzadas pero sin razones irrefutables– no se han repetido más intentos.

A juzgar por las respuestas de los invitados de FARO, personalidades las tres de especial relevancia en la política de Galicia, parece como si existiera cierto temor a un nuevo fracaso, o resultase conveniente esperar a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el caso de Cataluña o, en fin, faltase voluntad directa de la Xunta actual. Y es muy probable que los tres argumentos sean ciertos y compatibles: lo que no son es lo suficientemente contundentes como para aceptarlos sin más o resignarse a que aquella reforma se posponga ad calendas graecas.

Y no parece que ése, el de la resignación, sea el mejor camino. A estas alturas resulta ya una evidencia que las autonomías con el Estatuto reformado han incluido en los nuevos textos una serie de planteamientos de financiación que les dan ventaja a la hora de la distribución de los fondos estatales. Y cuanto más tarde Galicia en hacer lo propio más terreno pierde con respecto a aquellas: con una crisis como la actual, y las perspectivas, aceptar de forma dócil una desventaja así es, aparte de económicamente suicida, políticamente impresentable. Y eso lo saben muy bien quienes hoy integran el Gobierno gallego.

La moraleja, por tanto, no puede ser más que la que relacione el bienestar futuro del país con la reforma de su Estatuto. Teniendo siempre presente, desde luego, que –como dice uno de los invitados de este periódico– esa reforma no es el bálsamo de Fierabrás, la panacea para resolver los agudos problemas económicos, sociales y laborales de Galicia, pero a la vez sabiendo que la reforma aportará instrumentos más adecuados, y mejorará los existentes, para afrontar la coyuntura de un modo eficaz. De ahí que, ahora que tanto se habla de galleguidad entendida como lo que otros creen patriotismo, sea más necesario que nunca aplicar eso que dice el refrán de que el movimiento se demuestra andando.

¿O no?