La casa era una inversión. Ahora la quieres convertir en dinero y, según la orientación de la vivienda o el clima de la región, la humedad amarillea el cartel de "se vende" o el sol se come la fosforescencia de las letras rojas de "en venta". Se ven cutres las ventanas pero no las casas: oye, la casa siempre está ahí y la inversión, tarde o temprano… la casa es para toda la vida. Ahora ya reconocen que tampoco una casa es para toda la vida. Es para lo que dure toda la hipoteca. Una hipoteca de aquellas que, un instante antes de que estallara la burbuja, los banqueros, sus bancarios y algún pelota venal decían sin rubor que no encontraban problema en que pasaran de padres a hijos si el bien lo valía y era la única forma de lograrlo. ¿A 40 años? A 40 años.

Ahora resulta que las casas para toda la vida son viejas a los 30 años. Ayer la tertulia periodística, política, económica, constructora, bancaria y albañil aceptaba por unanimidad que el parque español de viviendas es viejo porque hay casas que tienen más de 30 años y hay que empezar a rehabilitarlas. ¿Con 50 años serán declaradas infraviviendas? Mira la obsolescencia de los coches, la programada y la legal de la ITV. O las casas no eran para toda la vida o han vendido casas de mierda o la vida es una mierda y hay que ayudar a un millón de personas –ahora presentadas como rehenes– que sólo saben hacer casas, en lugar de formarlas en otra cosa y ofrecerles otros trabajos. Así, de la hipoteca al crédito con ayuda para la rehabilitación, los obreros de la construcción y demás propietarios estarán siempre entregando la mayor parte de su sueldo a cambio de su suelo y su techo para –casa mediante– pagar la bonanza, la burbuja y la crisis que mantiene a la mayor parte de la población madura estrangulada y presa y a un número menguante de magnates dándole vueltas al mismo cocido apestoso llamado economía española.