Uno de los aspectos que más llama la atención en el asunto de la anunciada revisión del Plan de Acuicultura no es tanto que quienes se oponen la critiquen, que el fin y al cabo están en su derecho, sino que aquéllos que hasta ahora han defendido la galleguidad de las decisiones callen ante la actitud del Gobierno central, que es uno de los que están en contra. Con otro dato que chirría: transcurrido casi un mes del aviso de Madrid, siguen los patriotas sin decir esta boca es suya.

No es una exageración: el Ministerio de la señora Espinosa reaccionó mal, parece, al enterarse de que la modificación permitía –eventualmente– recuperar la idea de una granja marina en Muxía. Y que fue prohibida por el bipartito no tanto por motivos legales como políticos, que son los que retomaría doña Elena quizá para fastidiar a "Pescanova". Sospecha que aparece porque la ministra debería explicarse y no lo hace, lo que lleva a pensar a otros, más malévolos, incluso que se trata de un puro capricho.

En todo caso, hay algo que parece evidente: la actitud del Ministerio resulta una injerencia en temario, y quizá competencias, que le corresponden a la Autonomía, Y, además, es contradictorio con lo que hace pocos años despachó la señora Narbona, antecesora de esta ministra, que le dio el placet al proyecto y el "nihil obstat" a su ejecución. Lo que incrementa la confusión y la sospecha de que el veto no está claro ni, y eso es peor, tiene fundamento.

Lo que sí parece es que una piscifactoría como la que Portugal –con gobierno socialista recién reelegido y además ganador después de las municipales– acogió, y premió en una zona igualmente a proteger contra depredadores ecológicos, hace falta aquí, en Galicia. Y en a Costa da Morte más, según dicen sus alcaldes, cuya opinión debiera ser respetada, porque forman parte del Estado de Derecho.

Y, ya puestos, quizá no esté de más insistir en algo que se dejó dicho: la extraña postura de silencio que mantienen quienes, hace muy poco tiempo todavía, reclamaban para Galicia competencias marítimo-terrestres y denunciaban otras injerencias del gobierno central, especialmente en una época especialmente difícil para los asuntos de este antiguo Reino. Sería decepcionante llegar a la conclusión de que hay aquí quienes, a la hora de la verdad, funcionan sólo por eslóganes en lugar de en defensa de los auténticos intereses generales del país. Y del progreso presente y futuro sus habitantes, por supuesto.

¿O no...?