Cocido de Cee, churrasco de Covelo, capón de Vilalba, carneiro ao espeto de Moraña. Angulas de Tui, lamprea de Arbo, mejillón de Arousa, sardinada de Cabanas. Palabras de amor del mapa gallego de sabores. Hay modos de aproximación al placer muy diversos y todos sirven a ese regalo para unos o ir tirando para otros que es la vida. Habrá quien prefiera ser protagonista de una tórrida escena como la de Jack Nicholson y Jessica Lange en "El cartero siempre llama dos veces", desmantelando la mesa en un brioso movimiento que tire por tierra harinas y verduras para poner el cuerpo del otro como manjar sobre ella. Pero a falta de amor en la cocina, puede valer como sustitutivo el amor por la cocina. Cuando Brillat Savarin huyó de Francia para salvar su cabeza de la guillotina quiso hacerlo bien comido y se despidió con una cena en la que degustó "una pepitoria de pollo ricamente provista de trufas" acompañada de un vino paja "suave y generoso". Volvió a su tierra pasados los excesos revolucionarios y escribió para la posteridad "Fisiología del gusto o meditaciones de gastronomía trascendente", tratado en el que quedó claro para siempre que, si el amor es un arte, la cocina es un arte amoroso supremo. Yo escribo esto ahora lleno de amor porque vengo del hermosísimo pazo Casona de la Torre, de Redondela, en donde el Grupo ES de comunicación profesional nos regaló a un centenar de gallegos un menú lleno de sorpresas por su sexto aniversario. Amor con sabor se paga.

Teño alí dous colocados". La primera y segunda vez que le oí esa frase a Domingo Goás Chao, presidente de la (Muy Serenísima) Cofradía del Capón de Vilalba, pensé que este cotizado abogado vilalbés con despachos en Madrid se refería a gente que había empleado y lo imaginé como heredero de aquellos notables de antaño que procuraban trabajo a quienes demandaban sus influencias. Luego lo supe: se refería a capones. Y es que este bienhechor de la imagen de tal animal compra cada año en la feria de Vilalba 36 pares de capones, los "coloca" en restaurantes cotizados de Galicia o ciudades "alleas" como Madrid y va realizando en ellos a lo largo del año comidas con notables del lugar que paga de su propio bolsillo. O sea que no sólo es un practicante del amor más elevado ahora que la edad –nació en 1936– le aconseja invisibilizar variantes del amor más genitales; es también un patriota gallego y vilalbés en la dimensión más alta y gustativa de la palabra, la culinaria, y una especie de brazo "lugoslavo" de la Consellería de Turismo en Madrid. "Lugoslavos" llama a los lucenses Conchi Boo, bella presentadora de CNN Plus y también lugoslava como su amiga Silvia Jato según me contaba Antón Galocha, director del "Diario de Pontevedra", mientras hacía una reflexión masticatoria a mi diestra a base de capón o pollo castrado. Pero, a lo que iba. Hace días que unos veinte invitados de Domingo Goás, primer abogado español que intervino en Estrasburgo ante la Comisión Europea de Derechos Humanos, nos reunimos en Casa Solla para meditar mandibularmente respecto a este animal, sobre el que Pepe Solla vertió su imaginación y arte culinaria en bocaditos nuevos y sorprendentes que le dieron una dimensión desconocida: pechuga de capón marinada, croqueta cream de capón, muslo de capón estofado con repollo... puro acto de amor en la cocina.

Comer en público es una táctica para aumentar el conocimiento. Comiendo solo en un restaurante vigués observé a tres argentinas que ocupaban la mesa contigua y me las imaginé protagonistas de alguna de esas sagas familiares tan afectas a la literatura latinoamericana, a esas grandes novelas como "Cien años de soledad" o "La Casa de los Espíritus" que cuentan la historia de varias generaciones. Bellas las tres cada una de su tiempo, luego me senté con ellas y comprobé que eran abuela de 80, madre en los 50 e hija en la veintena que habían venido a Galicia para rastrear sus orígenes por aquella bisabuela, Isabel Real, que dejó Carballeda de Valdeorras hacia Buenos Aires en 1899, con dos hermanas ya emigradas antes a Cuba. Así conocí, comiendo, a Adelina Miraglia Real, Graciela Bouquet y Luciilla Uboldi, mezclada su sangre gallega con italiana. Pero la comida se hace también literatura. Pronto saldrá un libro, "Gastronomía Criolla", en el que 14 mujeres de Madres Latinas de Vigo aportarán recetas de su memoria, desde ñoquis de patatas a arroz camayuegano. Íntimas suculencias.