Así pues -y tal como se dijo sobre los del Estado- lo peor de unos Presupuestos es que no le gustan a nadie. Al gobierno que los presenta porque no pueden resolver todos los problemas, y eso le resta opciones para seguir donde está, y a la oposición tampoco porque algunos sí que eliminan y por tanto suma posibilidades de que no haya relevo. Sobre todo en época de crisis, que es precisamente cuando los electores valoran más los éxitos y los fracasos.

A partir de ahí -y aunque lo dicho resultase de Pero Grullo conviene recordarlo para evitar malos entendidos- procede añadir dos cosas. Una, que quien gobierna tiene todo el derecho de elegir la herramienta que crea más útil para desarrollar el programa al que los ciudadanos dieron su confianza. Otra que, ya que no a gusto de todos, habrá de hacerlo con el máximo rigor bajo los principios de la eficacia y de la eficiencia. Que resultan de cajón, pero que no siempre se aplican de forma adecuada.

En ese sentido, y vistas a vuela pluma, las cuentas de la Xunta elaboradas por la señora Fernández Graña cumplen al menos el primero -los otros dos se verá más adelante como es natural- de los requisitos. Son rigurosos, y doña Marta parece haber resistido con éxito la tentación populista de inflarlos para que aparenten más lucidos: su señoría ha rebajado en cantidad el total y también las previsiones, ha ajustado el trabajo a la realidad y eso es lo que se le debe exigir a una buena Administración.

Cosa diferente es que sean útiles, es decir, adecuados a lo que se pretende conseguir con ellos. Y en esa línea -a falta de que su propio desarrollo lo demuestre-, parece procedente indicar que en principio pueden serlo; la oposición dice lo contrario, pero eso está en la lógica del oficio político más que en la de la teoría económica y por lo tanto va de suyo. Si acaso, y como ya se dijo en alguna ocasión, parecen atender más a la contabilidad que a la estrategia, pero eso también habrá de verse en los meses que vienen.

Mientras, habrá que estar especialmente atentos al desarrollo de los debates en el Parlamento, porque en ellos puede haber pistas sobre ese porvenir. Es obvio que ni PSdeG ni Bloque aceptarían un pacto sobre la totalidad -que el PP de G no ofrecerá, por aquello del programa y la herramienta- , pero siempre hay posturas intermedias. Por ejemplo a la hora de las enmiendas parciales, que serán cientos y en las que si se miran bien pueden hallarse elementos útiles para todos, pero ésa será otra historia.

¿No...?