Así pues, oído el informe que sobre los malditos incendios forestales rindió ayer al Parlamento el señor conselleiro de Medio Rural, cabe en primer lugar felicitarse como país por el dato de que han sido menos que nunca. Y después -dado que lo medible es poco opinable- felicitar a don Samuel Juárez y su gente, porque algún mérito hay que darles en el balance con apenas cinco meses en el cargo, sobre todo si se piensa que muchos fuegos son de antes de que lo ocupase.

Dicho eso hay que añadir, porque son evidentes, un par de reflexiones. La primera, que al éxito -relativo- de la campaña contribuyó, aún más que el buen trabajo de los bomberos, forestales, lo que algunos dirán Divina Providencia en forma de bondad climatológica. La segunda, que con todo y con eso se quemaron diez mil hectáreas, que son muchas hectáreas. Demasiadas, quizá.

A partir de todo eso podría llegarse a una conclusión, provisional, pero poco discutible: en lo que a incendios se refiere, el dispositivo de extinción sigue siendo superior en eficacia al de prevención. Y a pesar de que en éste se ha avanzado mucho -y también en la información y en la represión de los incendiarios, que es una forma de escarmentar y por tanto de prevenir- queda aún mucho camino por recorrer.

La cuestión es a dónde se quiere llegar y cómo hacerlo. Aquello está más claro que esto: desde la idea de que el riesgo cero en fuegos forestales no existe, habrá que fijarse, como meta de esta sociedad, reducir los incendios a niveles cercanos a los que aparecen como resultado de los fenómenos naturales. O sea, sin pirómanos y sin las famosas tramas aquellas de que hablaron conselleiros y ministros polícromos sin que ninguno aportase pruebas.

En lo otro, en el modo de hacerlo, parece evidente que sólo hay uno eficaz: la participación de cuanta más masa social mejor, porque la tarea requerirá algo tan complejo y difícil como cambiar una cultura, la cultura del monte que en Galicia conlleva fuego; no con intención criminal, pero sí como método de trabajo. Y eso se puede hacer o no con un pacto, pero sin duda no se logrará sin la creación de una conciencia común.

Hace casi cuatro años, cuando el entonces conselleiro señor Suárez Canal expuso su programa, dijo que la vía más lógica para lograr objetivos era poner el monte en valor, y tenía razón: allí donde ocurre, hay menos incendios. Cumple pues que don Samuel Juárez, lo tenga en cuenta: apunta bien: ojalá que, además, tenga suerte.

¿Eh...?