De modo que, dicho -como siempre- con todo respeto para otras opiniones, no parece muy razonable que los partidos, sobre todo el PP y el PSOE, hayan decidido abrir ya la precampaña electoral para las municipales. Y no es sólo porque falte aún año y medio sino porque olvidar lo sabios que son los refranes -sobre todo el que avisa de que no por mucho madrugar amanece más temprano- suele producir efectos negativos, directos o colaterales.

Y no es que sea, esto del banderazo electoral, una impresión subjetiva de algún espectador: en las últimas citas colectivas, tanto populares como socialistas han fijado objetivos concretos, y eso sólo se hace cuando tocan a urnas. El PP quiere recuperar las ciudades y el PSOE mantenerlas, y de paso, unos y otros romper el equilibrio actual en las Diputaciones. De modo que como el que avisa no es traidor, pocos podrán quejarse de lo que ocurra a partir de ahora.

(Se ha citado sólo a los dos partidos mayores porque el tercero, que es el BNG, anda aún deshojando una margarita complicada. O sea, la de mantener los pactos locales talcomo se parieron la vez anterior -desde Santiago y en cascada- o si hacerlos uno a uno. Decisión estratégica de envergadura, porque de ella depende no sólo la cantidad de poder que toquen los nacionalistas, sino la repetición, o no, de bastantes de las alcaldías actuales.)

Algunos observadores niegan que exista el madrugón, subrayan que en realidad una campaña electoral comienza al día siguiente de que termina la anterior y, en definitiva, que el trabajo en las bases y en la calle para ganar el voto cuando toque es lo que debe hacer cualquier partido serio. Y puede que no les falte razón, pero el riesgo de empezar demasiado pronto es otro y consiste en aplicar recursos de todos a lograr objetivos de unos cuantos.

Item más: es frecuente la conversión de las Administraciones en entes cuasi paralíticos que se mueven sólo en la dirección que conviene a quienes las gobiernan. Y eso produce, además de los daños individuales a los administrados, otro de tipo general a la sociedad

El viejo principio de que cada cosa a su tiempo y un tiempo para cada cosa sigue vigente incluso en política, viejo oficio -que ya no ciencia- aunque algunos de sus teóricos practicantes tiendan a olvidarlo. Y es una lástima para ellos porque los que sí lo aprendieron, y tan bien que ahora lo exigen, son los votantes, que ya separan, y además con exquisitez, el grano de la paja.

¿Eh..?