¿Librará a Obama del linchamiento la Academia Sueca, con la concesión del Nobel? Al menos lo demorará, aunque no se sabe si lo bastante para que los frutos de su política le insuflen gas para elevarse del suelo y librarse de los cazadores. Con la llegada de Obama a la Casa Blanca (nombre que ya lo dice todo) alcanzó su cénit el discurso de lo políticamente correcto, un pacto de simulación cívica, un atuendo, una máscara social, que incluye la desaparición, como por arte de magia, del racismo. Y, en efecto, una práctica de magia es, que finge que algo sucede para que suceda. Lo malo es que la magia de eficacia súbita no existe, el racismo todavía corre bajo los adoquines, y lo hará mientras la coexistencia no se transforme en franco mestizaje. En todo caso, aunque el Nobel no ayudará a Obama para sacar adelante sus proyectos, refuerza su aura, que empezaba a quedar sin energía.