Galicia acaba de poner encima de la mesa uno de los grandes retos de su sistema de comunicaciones: coordinar las tres terminales de su red aeroportuaria para conseguir el mayor número de vuelos al mejor precio posible y satisfacer con eficiencia la demanda social y económica de la comunidad.

El tráfico aéreo mundial ha experimentado una transformación radical en las últimas dos décadas. Si antes eran las compañías las que decidían desde dónde volar y qué rutas cubrir, mientras los usuarios tenían que adaptarse a su oferta, la bonanza económica iniciada a finales de los años ochenta del pasado siglo provoca tal incremento del transporte aéreo que desencadena un cambio de modelo. Las infraestructuras aeroportuarias toman entonces la delantera a las compañías, que a su vez proliferan de manera importante diversificando su oferta de enlaces y su asentamiento geográfico. En el marco de ese boom surgen las compañías de bajo coste, y todo ello desencadena una nueva y radical transformación del negocio: ya no son las compañías las que por su cuenta deciden la oferta; ahora el elemento dinamizador y decisivo a la hora de fijar vuelos pasa a ser la demanda del usuario.

Atender las necesidades de esa demanda debe ser el objetivo fundamental de la coordinación aeroportuaria que quiere ponerse en marcha en Galicia. El Ministerio de Fomento acaba de anunciar la creación del denominado Comité de Rutas, un organismo en el que participarán Gobierno, Xunta y los concellos de Vigo, Santiago y A Coruña, y que tendrá como objetivo poner en marcha una complementariedad sistemática de las tres terminales: Peinador, Lavacolla y Alvedro. Lo primero que hay que decir es que si esa puesta en común resulta útil para que los aeropuertos gallegos no se hagan la competencia absurdamente, bienvenido sea el nuevo comité.

El Gobierno gallego se ha mostrado dispuesto a colaborar para captar los mayores tráficos posibles y ha avanzado ya una primera propuesta: que Galicia opere como un aeropuerto único con tres terminales bajo la sigla común "GLC", de forma que el usuario viaje a Galicia y después decida a que terminal llega. Los alcaldes de Santiago y Vigo recibieron con recelos la propuesta de la Xunta al entender que puede suponer la pérdida de las señas de identidad de sus aeropuertos. Pero el presidente de Aena, Juan Ignacio Lema Devesa, se ha mostrado dispuesto a estudiar y tener en cuenta la propuesta de operar bajo un mismo código, sin posicionarse abiertamente sobre su viabilidad, que entiende debe decidirse en el seno del comité creado.

Antes de tomar cualquier decisión lo procedente es radiografiar a fondo el tráfico gallego y la localización real de la demanda. Y lo sensato es que ese comité de rutas, del que forman parte los representantes políticos, cuente para hacerlo con el respaldo profesional de un comité técnico en el que participen, por ejemplo, los directores de los tres aeropuertos, responsables de Aena, y profesionales del sector.

La base para el trabajo de este equipo técnico debería ser un estudio riguroso tanto de la situación del mercado como de las necesidades reales de Galicia y los gallegos, de manera que, a partir de ese informe, se estableciesen criterios de coordinación compatibles con el desarrollo individualizado de cada uno de los aeropuertos. En las universidades gallegas hay especialistas suficientemente capacitados para acometer ese tipo de trabajos. Ellos serían los encargados de establecer, sin atender a localismos estériles, las demandas específicas de cada área así como de sugerir la forma de encauzarlas y potenciarlas.

Sin duda una de las ventajas será la de sentar las bases para consolidar líneas rentables que sirvan para poner coto a las cada vez mayores exigencias de las mal llamadas líneas de bajo coste, mal llamadas porque lo que tienen más barato son las tarifas, no los costes, gracias sobre todo a las subvenciones encubiertas que reciben de todo tipo de instituciones públicas.

Para que un sistema coordinado funcione de manera eficaz es indispensable crear una buena comunicación intermodal –por tren y carretera– entre las terminales gallegas con frecuencias, rapidez y calidad suficiente, de manera que el usuario no pierda en sus desplazamientos al aeropuerto lo que gana en el aire. El diseño de un sistema público de transporte entre las tres pistas y las grandes áreas urbanas es básico no sólo para atender correctamente las demandas de los gallegos sino también para captar usuarios que ahora utilizan el aeropuerto de Sá Carneiro.

Y en esa batalla por evitar que Oporto acabe por engullir la demanda de Galicia, resulta fundamental el desarrollo del aeropuerto de Vigo. Peinador tiene que convertirse en dique de contención frente a la oferta del Sá Carneiro, entre otras razones porque un debilitamiento del aeropuerto vigués podría acarrear una pérdida de pujanza empresarial de la comarca. La agresiva campaña con que el país vecino acompaña la promoción de sus comunicaciones aéreas es un buen indicador de sus intenciones al respecto. Sirva un único ejemplo para constatar la creciente influencia que los aeropuertos en el desarrollo territorial: la plataforma logística levantada por Inditex en Zaragoza ha contribuido decisivamente a convertir en muy poco tiempo la terminal maña en la tercera de España en volumen de carga.

Es cierto que el aeropuerto de Oporto es una competencia para los de Galicia, pero también lo es que constituye todo un estímulo. La terminal lusa no ha ganado ni mucho menos la batalla pese a que ya el 10% de los pasajeros que vuelan desde allí son gallegos. El pasado año, Sá Carneiro registró 4.535.000 usuarios, poco más de los 4.371.00 sumados por Peinador, Lavacolla y Alvedro juntos, pese a que el área de influencia de la terminal portuguesa abarca una población mucho mayor que la gallega. Y a pesar también de que Sá Carneiro cuenta incluso con algunas ventajas inconcebibles, como es que Ibería vuele desde sus pistas más barato que desde las de Peinador.

Sin duda estamos ante un camino complicado, en el cual a cada esquina aparecen esos fantasmas eternos que lastran el desarrollo de Galicia. Pero algunas cosas parecen claras. El presidente de Aena, por ejemplo, ha esbozado esta misma semana en Vigo algunos de los posibles caminos a seguir: potenciar las rutas internacionales, ganar en servicios y precios a Oporto e ir allí a por los clientes. Y lo que es más importante, se ha comprometido a acometer las obras necesarias para acondicionar las infraestructuras gallegas al servicio que deban prestar a medio y largo plazo. Con coordinación y buenos servicios los aeropuertos gallegos no deben temer al futuro.