Por más que nadie pueda acusarlo de nacionalista, el nuevo presidente Feijóo acaba de reclamar para la Xunta el mando sobre las autopistas, el tráfico, los ríos, los mares, la pesca y hasta la meteorología de este reino. Con ese propósito, el jefe del gobierno autónomo ha escrito una carta a La Moncloa en la que no sólo demanda el traspaso de siete competencias pendientes, sino que añade al menú otros diez poderes acerca de los que aún no se había hablado.

Entre los requerimientos que Feijóo quiere hacerle "cuanto antes" al Gobierno figuran las dos autopistas gallegas bajo gestión del Estado, pero eso –aún siendo importante– no es lo más notable de la demanda. A mayores, la nueva Xunta aspira a ejercer la "competencia plena" sobre las cuencas de los ríos que discurren íntegramente por territorio galaico, lo que pondría en sus manos la licitación y gestión de todas las obras hidráulicas.

No acaba ahí, sin embargo, la carta a los reyes –o al vicepresidente Chaves, para ser exactos– que el Gobierno gallego le ha enviado al de Madrid, distrito federal. Sumergida ya en aguas mayores, la Xunta reclama también a la Administración Central la gestión de la dilatada ribera marítima de Galicia y los consiguientes poderes sobre la ordenación de sus costas. El paquete incluiría, como es natural, los laboratorios y demás centros de investigación oceanográfica existentes en este reino.

En lo que toca al dominio terrestre, Feijóo reclama las competencias sobre el tráfico aparcadas desde hace años por el Gobierno. Y por lo que respecta a la atmósfera, el nuevo gobierno autónomo exige también el traspaso de la jurisdicción en materia de Meteorología, cuestión tan necesaria para que Galicia gobierne y estabilice su incierto espacio climatológico. No se trataría tan sólo de meter en vereda a las borrascas y los anticiclones, como en su día pretendió el monarca Don Manuel. Además de eso, la transferencia de los poderes sobre el tiempo (atmosférico, se entiende) permitiría emitir partes meteorológicos mucho más ajustados a la realidad para tranquilizar a los turistas que acaso duden de venir a este reino por causa de la lluvia.

No deja de resultar paradójico que un gobierno reputado por sus adversarios de poco o nada autonomista como el que ahora mismo manda en el reino de Breogán se muestre mucho más reivindicativo que los propios nacionalistas. De hecho, el anterior gobierno bipartito de progreso y Bloque no consiguió del Estado otra cosa que el traspaso de unos cuantos museos y archivos históricos, además de una módica propina de 51 millones de euros. Todo ello a cambio de que los votos de los nacionalistas galaicos salvasen de ser reprobada en el Congreso a la entonces ministra Magdalena Álvarez. Pírrico negocio, en apariencia.

De ello se deduce que no hay como tener en Galicia un gobierno de distinto porte ideológico al de España para que se desaten las ansias autonomistas de quienes mandan aquí: tanto da si son conservadores, nacionalistas o socialdemócratas. Así ocurrió ya en su día con la Xunta presidida por Don Manuel, que no paraba de reclamar al Gobierno de Felipe González el mando sobre las aguas, los mares, el espacio aéreo y –por supuesto– la climatología de Galicia, que Fraga quería poner bajo la soberanía de un Centro Meteorológico propio con sede en Lourizán.

A diferencia del que durante tantos años fue monarca galaico, Feijóo no ha pedido –todavía– la gestión del espacio aéreo de este reino ni un sistema de "Administración Única" que delegaría en la Xunta casi todas las competencias del Estado. Más modesto que su predecesor, pero mucho más ambicioso que el anterior gobierno progresista, el nuevo presidente se limita a reclamar para Galicia el mando sobre las aguas dulces y saladas, el tráfico, el clima, las autopistas y la pesca. En resumen, quiere gobernar más. Otra cosa es que lo consiga, claro.

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