Sé que el tabaco es nocivo para la salud y que si no reduzco su consumo, estoy sin duda abocado a la probabilidad nada incierta de morir antes de lo que me gustaría. Ocurre lo mismo con el alcohol y con otros vicios. Es obvio que hay placeres que acortan la vida y que no hacemos nada por remediarlo porque confiamos en ser la excepción y sobrevivir con una envidiable vejez llena de esos recuerdos que solo tienen quienes hayan cometidos tantos excesos. Está en nuestra mano elegir la manera de vivir, a sabiendas de que nuestra decisión tal vez influya de manera decisiva en nuestra manera de morir. Puedes inclinarte por reducir riesgos y procurarte una existencia longeva o elegir el disfrute de una vida más corta pero más intensa. Yo creo que conviene valorar la salud sin olvidar el placer y en un momento dado decidir donde le conviene a cada cual aplicar los recortes, sin perder de vista que muchas de las cosas que hacen agradable la vida son por desgracia las mismas que por lo general la acortan. Mi camino ya está trazado y no creo que pueda introducir en el viaje modificaciones que sirvan para cambiar el curso de los acontecimientos. Por eso me limito a sustituir la conveniencia, por las justificaciones; y hago lo posible por encontrarle algún sentido a cuanto hice durante tantos años. Sin justificaciones, sin arrepentimientos y sin involucrar a nadie, consciente de que en la mala elección del camino la culpa es de los pies y no del calzado. Uno nunca sabe a donde le van a llevar sus virtudes o como influirán en su vida sus defectos. Hasta cierto punto incluso es mejor no saberlo y dejar que la vida sobrevenga sin habernos prevenido frente a ella, tan expuestos al error como a la agradable sorpresa, como cuando uno sale de viaje arrastrado por un simple impulso y al cabo de dos horas de volante descubre un lugar extraordinariamente hermoso gracias a haberse equivocado al elegir el mapa de carreteras. En esto hay que andarse con cuidado y no dar consejos. Que cada cual tome sus decisiones y elija su biografía en función de que prefiera que sea larga o de que, por no llamarle breve, no le importe que solo resulte intensa. Mi postura está decidida y creo que en la vida, como en el sexo, lo que cuenta son los impulsos, igual que creo que la reflexión produce los mejores hallazgos científicos pero conduce a los peores resultados emocionales, probablemente porque para quienes pensamos así lo que cuenta es que los vicios que amenazan tu vida son en realidad los mismos que durante tantos años te permitieron conocer a mujeres como aquella fulana que una madrugada te dijo que jugarse la vida es la única manera de saber lo que uno sentiría en el caso de salvarla. Fumar es malo para la salud. Beber es malo para la salud. Todo, mismo la vida, es malo para la salud. La muerte lleva camino de volverse una enfermedad crónica. Pero ya que en nombre de la salud el Estado ha convertido los vicios en un puto impuesto, ¿por qué no reducirlos nosotros a un simple placer? Y si bien es cierto que el humo del tabaco encarece la asistencia sanitaria de los vivos, no lo es menos que abarata la incineración de sus cadáveres. Como dije hace un rato, mi decisión está tomada y seguiré fumando. Mis parejas nunca supieron gran cosa de mí, pero tenían la absoluta certeza de que en el humo de mis besos había siempre pasión, literatura e impuestos. Y las mujeres que olvidaron mi forma de hablar, al menos me recordarán por mi forma de toser. El humo es sin duda una de las partes mas sólidas de mi biografía. Lo acepto y no me importa. Como me dijo de madrugada aquella fulana del burdel, algunos hombres son sus fracasos, sus sueños y sus colillas. Por eso en mi vida sentimental las mujeres me averiguaban siempre el alma echándole un simple vistazo al cenicero.

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