Cada vez hay menos corrupción porque el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana ha sentenciado que tener amigos, quererlos mucho y que te hagan regalos estupendos mientras estás en un cargo público no es como si unas personas poco honradas pagaran a un cargo público para inclinar su voluntad hacia la concesión de contratos a sus empresas.

Aunque, afortunadamente, haya cada vez menos corrupción, es higiénico que el sistema democrático siga incansable, desde los jueces a los policías, desde los políticos y a los ciudadanos, buscando corrupción donde la haya y castigándola donde digan los jueces.

También es una necesidad higiénica que el sistema persiga la persecución ilegal y abusiva a personas o instituciones por parte del Estado. Van diciendo distintos cargos del PP que les está pasando a ellos, que no es que les investiguen por corrupción (que sí hasta que los jueces dicen que no) es que quieren acabar con ellos acusándoles de casos que luego se ve que no son corrupción, porque suceden en el ámbito de la amistad y de la generosidad, y que no les perjudican electoralmente (Ahí está Carlos Fabra, presidente de la Diputación de Castellón, para chinchar a los socialistas con ajo, agua y resina).

Parecería el momento de urgir al PP a poner en manos de un juez esas escuchas policiales de las que se quejan. Dejar de pasear sus intenciones por ruedas de prensa en las que suben cada vez más el rango de la instancia judicial a la que amenazan recurrir y acudir al juzgado más cercano. Pero no está claro que tengan pruebas y, lo que es peor, acaso por la experiencia teman, que, teniéndolas, los jueces –dos a uno, uuuuy-les digan que no es escucha, ni espionaje, ni persecución ni cruzada. Tampoco acaba ahí la cosa. Puede darse que la gente crea que sí es persecución y parecerles bien como les sucede a todos los que la corrupción de sus cargos políticos les refuerza la intención de voto.