Recibí por Internet de un amigo la voz grabada de un payador cantando un tema sobre las paradojas de la vida que ya antes había oído. No me resistí a copiarlo y así lo transcribo aunque huérfano de música: "Cuentan que Dios creó al burro y le dijo que trabajaría de sol a sol y cargaría sobre sus lomos lo que le pusieran, asignándole para vivir 35 años. El burro le dijo: "Señor, todo está bien pero 35 años es mucho. ¿No podrías rebajármelo a 20? Y así hizo el Señor. Luego creó al perro diciéndole que cuidaría de la casa de los amos, comería lo que le dieran y viviría 25 años. Y el perro respondió que sí a todo, aunque le dijo al Señor que con 15 años de vida le bastaba. Y así se hizo. Luego Dios creó al mono, le dijo que haría payasadas para divertir a la gente y quiso que viviera 10 años aunque el mono, que aceptó todo lo demás, le convenció para vivir tan solo 5. Por fin creó al hombre y, tras decirle que sería el ser más inteligente de la creación, le dijo que viviría 30 años a lo que el hombre respondió: "Señor, me parecen pocos ¿no me puedes dar los 15 que rechaza el burro, los 10 que no quiso el perro y los 5 que no aceptó el mono? Consintió Dios y así ocurre: vive 30 años como un hombre, luego se casa y vive 15 como un burro, trabajando de sol a sol y cargando sob re sus espaldas el peso de la familia. Luego se jubila y vive 10 años como un perro, cuidando de la casa y comiendo lo que le den; y, por fin, acaba los 5 últimos años como un mono, saltando de casa en casa de sus hijos y haciendo payasadas para divertir a sus nietos.

La vida toda es paradoja porque todas las cosas contienen su opuesto. Desde el momento en que el acontecimiento capital de la vida es algo tan contrario como la muerte, de modo que lo primero no puede existir sin lo segundo, nada puede asombrarnos que lo esencial del ser humano sea la contradicción y que ese espíritu se extienda a todos los órdenes de la existencia. ¿Acaso no vivimos en una sociedad en creciente proceso de racionalización científico-técnica pero profundamente irracional porque ha renunciado a juzgar las consecuencias que produce en el ser humano? ¿Qué ha sido el neoliberalismo que nos ha conducido a esta crisis sino un intento de capitalismo que ya habíamos conocido y había sido un semillero de catástrofes? ¿Qué es sino una paradoja que un sistema que llegó a su esplendor reforzando las clases medias las haga desaparecer concentrando la riqueza en pocas manos y creando esa bomba de efectos retardados que es una gran masa de mileuristas junto a un ejército estable de parados que sólo hallarían pleno empleo en una guerra? Vayamos al ámbito laboral, por ejemplo, y veamos cómo, mientras el Gobierno insiste cada vez más en la necesidad de retrasar la jubilación, los empresarios tienden adelantarla, y tienen su lógica. ¿En la Iglesia? Paradoja es la que me contaba Juan José Millás en su última venida al Club FARO. La religión católica lleva 20 siglos porque es contradictoria: puede estar a la vez contra el aborto y a favor de la pena de muerte. Las hay en la organización de la producción económica: ante la crisis que vivimos, debida entre otras cosas al exceso de producción (y consumo) se responde con inmensas subvenciones para que las fábricas sigan produciendo y los ciudadanos consumiendo.

Y es que paradojas hay hasta en la leche. ¿Acaso no lo es que un país que produce 6.500 millones de litros al año, la importe de Francia mientras cierra las explotaciones propias? ¿Otras? Podríamos hablar de la paradoja de la eficiencia energética. Parece obvio que el aumento de la eficiencia energética de coches,y otros artilugios debería reducir significativamente la demanda de energía. Sin embargo... parece que la eficiencia no reduce la demanda, sino que la incrementa porque lleva al abaratamiento de la gasolina, que genera aumento de la demanda.¿Y en el amor? ¿No es contradictorio que las más extraordinarias historias de amor estén llenas de celos, de sexo, de traiciones, de muerte? ¿Y que, gustándonos el sexo, nos casemos para toda la vida con la misma jurando fidelidad eterna? Y héte aquí otra paradoja de la contemporaneidad: por mucho que hayan etiquetado al siglo XX como el de la comunicación, hay muchos sociólogos que lo consideran como el de mayor incomunicación física entre las personas: los medios de masas han convertido al hombre, según ellos, en una suerte de lobo estepario, aislado del resto de sus congéneres en su cubículo frente a las pantallas de televisión o Internet. Y no hablemos de las paradojas del lenguaje. Es bien conocido que el pob re que roba en un supermercado, como el que roba cien euros a un banco, es un ladrón pero quien vacía las arcas del Tesoro Nacional y se lleva el producto de su delito a las islas Caimán se le llama, a lo sumo, estafador.