Tal vez no fue así como ocurrió, pero como yo lo recuerdo, aquella tarde había cuatro palmos de agua en Mar de Frades y me hundí lentamente boca arriba en aquella infusión de luz hasta acostarme casi en vilo sobre la arena, crucificado con una piedra en cada mano. Era verano y el campo, pasional y exuberante, entraba arremangado en aquella suave marea de planta baja, como una yeguada haciendo balbucir en el agua el silabario incandescente de sus vaginas. Tal vez no fue así como ocurrió, ya te digo, pero como yo lo recuerdo, estaba tan madura la naturaleza que podía oler en el fondo del mar el aroma de la fruta.

Después hice a un lado las piedras de las manos y emergí desenclavado, con el rostro amniótico y demudado por una mezcla de resurrección y natividad. Me he preguntado muchas veces desde entonces si el riesgo de morir ahogado no servirá de paso para presentir como una noticia inesperada las vísperas de la vida. Ya te digo que tal vez no fue así como ocurrió, pero como yo lo recuerdo, aquella agradable inmersión boca arriba en cuatro palmos de agua, crucificado en un fondo de arena con una piedra en cada mano, fue la primera vez en mi vida, acaso también la última, que recuerdo haber sentido el olor de la fruta en el interior de una mujer dormida.

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